Max y ella VII por Mónica Menárguez

Me alegras cada vez que vienes  Me gusta verte Me encantas Me muero de ganas de follar contigo Quiero conocerte. Quiero conocerte era lo que mejor sonaba. Dobló la hoja y se la dio después de que ella pagara su cerveza, pero ella no la abrió delante de él como él esperaba. Eso hizo que a Max le invadiera un sentimiento de vergüenza repentino. Necesitaba al menos un signo de aprobación que confirmara que sus deseos eran acompañados por los de ella. Sintió que era inaccesible. Como una montaña con tanta pendiente que resultaba imposible de escalar. Max volvió a la máquina de música y para animarse colocó algo electrónico. Intentó enajenarse pero no podía salir de la barra y cada vez llegaba más y más gente. Sintió como los vasos sanguíneos de su cabeza se agrupaban en el centro de su cráneo impidiéndole pensar. La gente gritaba alrededor de él pero él no respondía a ningún estímulo, sentía rabia y solo deseaba marcharse de allí, andar hasta expulsar de su piel sus demonios. Necesitaba darse una ducha fría y relajarse fumando algo.

 Max dejó el bar y salió a fumarse un cigarro. Fuera estaba ella, sentada junto a su amiga, en su mano apretaba fuerte el papel. Se miraron y ella sonrió. Max se relajó, volvía a recuperar a esa chica que veía tanto al abrir como al cerrar los ojos.

 

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