2e2m
¿Y lo barroco?
Templo de la Compañía
17 de octubre
“A veces olvidamos la función de la música en nuestro entorno, literalmente de la música presente en todos los sonidos que nos rodean”, fue el comentario que introdujo la presentación del ensamble francés 2e2m. “¿Y lo barroco?” fue la pregunta que tituló la presentación en donde se fusionó música y textos barrocos con elementos contemporáneos bajo el postulado de que la música no es sólo entretenimiento, sino un trabajo colaborativo entre el artista y quien escucha.
La música, entre sus bondades cuenta la de ser universal, pero, sorprendentemente, también puede tener barreras cuando su carácter es vocal. La propuesta para esta ocasión era bastante llamativa al incluir el estreno de “Voces del Primero sueño”, compuesta por Jorge Torres Sáenz a partir del poema filosófico de Sor Juana Inés de la Cruz; sin embargo, el trabajo de la mayoría de los escuchas resultó insuficiente, no por falta de disposición o esfuerzo, sino por una diferencia de lenguaje verbal y musical. La calidad de los cantantes es incuestionable, pero, sin importar que el texto estuviera en español, la pronunciación de la soprano y el contratenor franceses, además de las prolongaciones y variaciones tonales barrocas, constituyeron un verdadero reto para quienes trataban afanosamente interpretar.
La música puede apreciarse sin importar su origen, pero ante una composición como ésta –entendida desde un principio de unidad– que busca transmitir un mensaje dando preponderancia al aspecto vocal, compartir el código lingüístico entre emisor y receptor es fundamental. Quizá menos frustrante fue la segunda parte del programa donde se incluyeron piezas de Oscar Strasnov, pues de antemano se sabía que la lengua del texto sería ajena (ruso o alemán); no obstante, por más que se centre la atención en el sonido de los instrumentos, la emoción manifiesta en el rostro y cuerpo de los artistas o en la destreza y coordinación del director, algo falta: el valor de las palabras.
Una barrera más entre la música y el escucha fue el espacio. Los artistas se mostraron complacidos por contar con un recinto “reverberante”, muy acorde a la música que presentarían; pero si el Templo de la Compañía hubiera sido menos luminoso, la atención –a causa de la incomprensión referida atrás–, habría podido depositarse en el espectáculo y no en los adornos de las paredes, techos y ventanas, o bien, en la madera de los respaldos que sostenían las cabezas vencidas de algunos aventureros escuchas.
Para los pocos expertos, la presentación fue sublime. Los curiosos novatos desearían poder decir algo más que “enigmático” o “raro” y probablemente pensarán dos veces antes de volver a aceptar los regalos de Euterpe, generosa musa que ofrece a todos su belleza y bondad.