Naturaleza mecánica, de Macaria España, se inscribe en una tradición literaria que apuesta por la inestabilidad, la indagación en formas nuevas y temas distintos. El libro narra —e incluso grita— sus circunstancias desde la órbita de lo cotidiano. Los infiernos del día a día, el viaje en autobús, las frases que de pronto se piensan como un escupitajo son abordados mediante un discurrir caótico. Hay dureza en las formas poéticas del libro, que afrontan la mecánica de la vida con una sonrisa, con la mordacidad de quien no sabe quién alumbra sus pasos, si dios o el diablo. Aquí no se encontrarán sonidos a la manera de un Garcilaso, un Góngora o una Sor Juana; sino ecos urbanos, una voz que se sabe y se piensa distinta —aunque en esa misma distinción igual a todos— y, por tanto, no halla acomodo en tradiciones establecidas, sino en lo nuevo, y acaso tampoco en eso. La ruta poética de Macaria España es un “Ciclo interminable en un día cualquiera”, uno que no apunta a solemnidad alguna, o a emociones sublimes, sino a mostrar que la poesía también habla de sus asuntos como si hablara desde “un lento suicidio asistido”.
VIAJE EN AUTOBÚS EN UN DÍA FESTIVO
El camión está lleno.
Un bebé llora.
Tres teléfonos suenan.
Huele a torta de huevo y leche podrida.
Mis piernas se entumen.
El brazo que me ciñe al guardaequipaje cosquillea:
mis ojos son una metralleta dispuesta a disparar.
PASCUA
Ven a cogerme esta noche.
Seamos hermanos de la carne y el vino,
que mi lujuria delinee tus bordes.
Sollozo al imaginar tu dureza,
que es dios y diablo al mismo tiempo,
y pelean por la herida de mi entrepierna.
NOCHE DE ROCK EN UN BAR DE MALA MUERTE
Tocas lo que se deja.
Un poco desafinado,
con la cerveza caliente.
El humo entra en tus ojos:
lloras.
No tienes para más cheves.
Te tocan, tal vez te mueres de a poco
—o de a mucho—
de ganas.
Y esperas al próximo sábado.
EL LOCO
Hay un señor bajo el puente
que canta mientras arrastra su costal.
Está muy pesado,
carga desesperanza,
sus manos sangran.
Lo arrastra,
apenas puede con él
pero no quiere dejarlo.
Es todo lo que tiene:
desesperanza a montones.
Es mejor que no tener nada.