Nocturno del auto que dejó sus intermitentes encendidas por Míkel F. Deltoya

 

Hail, holy light! offspring of heaven firstborn!

Or of th' eternal co-eternal beam.

John Milton

En el restaño lúgubre de una ciudad necrómana

yace, periferia entre las periferias de una calle muda,

un auto blanco con los faros parpadeando.

Es la quietud,

el ruido incólume de la noche,

y es la cantaleta de agobios que cercena y pulveriza.

No hay nadie, salvo tú, a las afueras,

quizás esperando el último colectivo,

quizás esperando llegar inmaculado

al tal vez único sitio seguro del orbe.

En lo alto, la ausencia de Dios

pigmenta de azabache el recuadro

y es el vaho de las industrias y es el alumbrado

de colonias circundantes

la brocha que destella luz y esmog en ese paisaje.

Pero ahí, periferia entre las periferias,

en la calle donde has de esperar para siempre

el último viaje a casa,

la única luz que te abraza es la que proviene

de esos ojos alquitranados de un automóvil anónimo.

Un brote de ideas podridas, de pesadumbre,

se enreda en tu coronilla, y de tus hombros, sin permitirte mover,

se cuelga el miedo.

Es la persiana igual de intermitente que tu pulso,

y aquel vehículo, ora por descuido, ora

por presagios funestos, encandila una lágrima secreta

y consigo anuncia un canto absoluto del fin de nuestros tiempos.

Ningún otro carro en derredor exhibe sus fauces de luz,

ni tampoco pareciera haber vida en las ventanas por las que bailan

las cortinas y se escuchan ventiladores como gargantas que roncan

allí, en ese punto ciego de esta gran ciudad monstruosa.

Tus pies no responden,

la angustia que provoca la ausencia de Dios te paraliza,

y lloras por dentro;

garganta echa nudo, pocas monedas en el bolsillo,

un billete de tren, una fotografía,

y esa insípida desconexión con la naturaleza.

El auto anónimo habrá de morir con la noche,

su repique luminoso se detendrá muy pronto

y tú quedarás, allí, periferia entre las periferias,

arrojado a tu suerte.

Seguirás esperando, quién sabe cuántas horas,

ese último retorno a casa

junto a ese auto blanco, desconocido,

ahora carcasa metálica,

que por algunos instantes

te entregó la esperanza

y, con su silencio y penumbra,

la arrancó de tus manos mientras estabas alerta.

 

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Míkel F. Deltoya (Ciudad Juárez, Chih. 1991)

 

Poeta, y narrador. Licenciado en Letras Mexicanas por la UANL. Fue delegado ante la Red de Estudiantes de Lengua y Literatura de 2012 a 2015. Su trabajo literario se ha incluido en revistas nacionales e internacionales como Deslinde, Paso del Río Grande del Norte, Khátarsis XXI, Golfa, y Levadura. Ha publicado los plaquettes “Ciudad enteramente construida” (Poetazos) y “Trivium fronterizo” (Chimichurri Editores). Es compilador de la antología “Espasmo (muestra de poetas de Monterrey nacidos entre 1986-1997)” junto a Julio Mejía III. Ha participado en numerosos eventos de promoción cultural en Monterrey, ciudad en que radica desde el 2011.

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