Noviembre. Un cielo inventado (selección) de Kattia María Soto Kiewit

MUCHACHO DE CABELLO LARGO

Mientras caminas hacia el próximo segundo, se te arrastra el ruedo del pantalón, y yo me quedo perdida en el tiempo, en ese segundo recién pasado; aún miro el ruedo de tu pantalón negro arrastrándose, tu cabello largo hasta los hombros, y tus ojos…

Aún te miro mientras tratas de leer el libro que llevas en las manos, otras veces te miro mirándome, y miro al fondo de la biblioteca el rótulo que pide silencio y escucho mi corazón acelerado al verte venir hacia mí, con algún pretexto.

Y empezaste a masacrar mi cordura. Lanzas la primera puñalada, sonríes entre palabras diciendo tu pretexto: que hoy es espada que cruza mi cuerpo. Y miro pasar el tiempo, sigo leyendo libros, quizás alguno que me regrese a aquel momento y nos reencuentre de nuevo en la biblioteca, y empecemos de nuevo, con este amor adolescente, traicionero y eterno.

 

EL AVE CAE AMORDAZADA

Me oculto de estos instantes, cuando el corazón se agita de miedo, de angustia, contando y cantando… “Tú 13, yo 14; tú 13, yo 14…” Y veo salir del rincón de la noche las plumas del ave que se acurruca en la piedra fría y se amordaza el canto, el ave que ya no sueña con volar sobre claveles rosa, el ave que se arranca las plumas y se pinta de olvido.

“Tú 13, yo 14…” Y me como el miedo de no verte, de ser olvido del pasado, me como a bocanadas la ausencia que siempre está presente. Y el ave ya no canta y los dedos sangran recuerdos sobre el teclado.

Y mientras miramos la luna recostados sobre el fuego desgarrador de la arena, miro las estrellas caer de un cielo inventado. Y a lo lejos escucho el canto casi ahogado del ave amordazada y entre sus balbuceos resuena: “Tú 13, yo 14”. Huele a sal, a arena, a brisa infernal, a fuego en el amanecer. Huele a un amor alucinado.

Y resuena como tormenta eterna: “Tú 13, yo 14”. Tan juntos y tan lejanos en un infierno de palabras.

 

PASOS EN EL FUEGO

Ato mis manos para no escribirte y en lo profundo de mi mente escucho las voces de siempre que gritan y pelean por desatarlas; y de nuevo caigo a las letras, a decirte una vez más que te extraño: —Soñé contigo la noche pasada, tengo cicatrices de fuego en todo mi cuerpo, mis labios sonríen recuerdo y mis ojos se ciegan para no verte…

Como si fuese problema, pues es en las tinieblas de mi mente cuando más te siento.

A oscuras el alma camina sobre tus pasos, y desmayo al fuego que vas dejando.

Asfixias mi cordura, la que quisiera tener, pero que se ha convertido en sueño. Me como las uñas, me sudan las manos frías al mirarte, siempre a mi lado, frente a mí, o en mis labios, sonriendo, matando la lucidez de algún instante, y mi realidad nuevamente es fuego y sangre, alas perdidas junto a las tuyas, viajera del tiempo, alucinando una realidad que queda después de la puerta.

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