Numancia y la CNT: el sentido de lo nacional por Alberto Castañeda

Fotografía: cortesía prensa FIC

¿Qué relación juega el actor frente a otros elementos escénicos? ¿Acaso el actor puede verse superado frente a una monumental escenografía? Hay un fenómeno extraño que ha rondado a la Compañía Nacional de Teatro en sus presentaciones en el Cervantino. Recordemos por ejemplo a Antígona o Coriolano. Ahora Numancia es un caso que se suma a este fenómeno.

Numancia habla de la derrota y la victoria, de cómo la muerte por sus propias manos se convierte en una victoria donde las circunstancias no dejan otra solución. El fin último y más grande de la voluntad supondría ser este acto. La obra intenta dejar ver el agónico camino a la decisión final.

Durante toda la obra es inevitable observar la escenografía que, junto con la iluminación, la tierra, el vestuario y otros elementos escenográficos, dejan perpleja la vista de tan impresionante estética. Los actores se mimetizan con la escenografía y parecemos ver en algunas partes una pintura “viviente”.

Las comillas de viviente se justifican al dejarnos la impresión de que en la obra no pasa nada, las acciones de los actores parecen estar descuadradas, como si estorbaran a la pintura que vemos. El uso de elementos como la tierra, las carretillas y el lodo se vuelven buenas ideas solamente porque su acción se nos presenta carente de emoción y significado en nuestras vidas, algo parece no fluir en el continuo del drama y las acciones.

¿Es acaso la escenografía deslumbrante lo que detiene el proceso vital de la actuación? ¿Hemos quedado miniaturizados (actores y espectadores) frente al armatoste gigante que se enaltece en escena? Por más que entraran, salieran, pisaran, usaran niveles, escupieran sobre el armatoste, éste seguía pareciendo inhabitable, pulcro, ostentoso y limpio.

Desconozco el proceso de trabajo de la Compañía Nacional de Teatro, pero sucede que han dejado de habitar el lugar en escena, los actores han sido presos de la necesidad de ostentación en el teatro. El hecho de ser la compañía nacional hace pensar en mañas y azares políticos que poco tienen que ver con el teatro. Tal vez solamente la idea de ser la compañía nacional de México pesa suficiente en todos nosotros. Es otra Selección Nacional fallando en los mundiales, son las críticas enconosas cargadas de rencillas por la elección de los artistas al proyecto (léase a Fernando de Ita), son los fantasmas de nuestros amiguismos y del deseo por la oficialidad del Estado. Es la política express mexicana que se dedica a mentar madres a todo político que lo represente.

Tal vez, y sólo tal vez, los proyectos de la Compañía Nacional de Teatro no cuajan por nuestra mirada incesante de escrutinio que juega el eterno juego de altas expectativas seguido de la decepción. Esa mirada de expectante-desilusionada es más grande y terrible que la escenografía que montaron en escena.

Numancia
Compañía Nacional de Teatro
Auditorio del Estado
6 de octubre. 20 horas

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