Tenía 19 años, putrefacta mentalmente o con algún tipo de contusión quizás algo apegada a mi mentalidad mediocre, perjuraba a la vida y cualquier terrenal que, jamás en mi corta pero inefable vida, bebería. Ahora tengo más de veinte posiblemente y las bebidas mentales y tangibles son posiblemente nada fuertes para mí. Bebiendo sorbos de botellas, sin catar olores de vino, me bebo las decisiones muertas que tome.
Whisky en una tarde de mayo. Podía sentir el sabor amargo de aquel whisky barato. Comprado en un local poco interesado en los prejuicios, adquirido ya con varias líneas atravesadas en mis ojos por los efectos de vino, con la única finalidad de seguir borrando heridas de manera momentánea.
Primer sorbo:
Lo bebo tranquilamente, la botella apenas usada con la tapa apenas ultrajada de sí misma, mostrando felicidad y caminos viables para solucionar las cosas. Su sabor amargo me recordaba los momentos que ahora ya no podría tocar sobria, memorias de épocas con llagas incrustadas. Ese sorbo venía con el arrepentimiento incluido. Arrepentimiento de despedidas que querías evitar, personas que no querías desechar y flechas en llamas que no querías lanzar. Ese trago venía con el amargo recordatorio de tus pésimas decisiones, las mismas que son la huella de lo que eres ahora.
Sorbos restantes:
No sé cómo definir la sensación “todopoderosa” (si, un sobrenombre algo irónico), llamada así porque no hay otra manera más cordial de decir que te vale tres hectáreas de desinterés social, lo ahora es tu vida y lo que queda para ella. Pienso las cosas en una camioneta roja en alguna bodega vacía que me hacía sentir más llena que estar en cualquier otro lugar, con cualquier persona. Pienso las cosas, algo que de pequeña seguramente ni siquiera estaba en mi cabeza. Visualizo a mi madre en mi cabeza y me pregunto varias veces ¿Qué pensaría o sentiría de su hija ebria de closet?
Al final del día cuando digo “pienso las cosas” lo hago con ojos de whisky lo llamo así porque veo de manera equivocada cosas, a mi conveniencia; siempre pensando lo que quiero que sea, en lugar de verlo como es, pero ¿De qué otra manera asimilas siquiera la idea de ser toda la suma de cosas que tu sociedad y tú no querías ser hace algunos años atrás?
Imagen: Henrietta Harris