Nada, ni nadie
que tenga olores particulares me gusta,
prefiero los olores neutros,
de esos que apenas se logran distinguir
y que no sabes a quien pertenecen.
Odio las cosas con olores particulares,
sean de quien sean,
porque si por algún “error” ese olor se pega en ti,
entonces todos lo van a reconocer y sabrán lo que pasó.
Odio sentir el olor en mi cuerpo,
no importa si ese olor es mío o de alguien más,
no me gusta y preferiría no tenerlo,
me aterra el que alguien pueda sentir ese olor
e intento desaparecerlo.
Odio el olor de las personas,
algunos son muy fuertes y otros son muy suaves,
muchos son desagradables
y otros son tan armoniosos y perfectos que me provocan náuseas,
hay unos que se pegan fácilmente en la piel
y están los que nunca se llegarán a impregnar.
Nada que huela a alguien me gusta,
sobre todo porque dista mucho de mi olor,
luego es difícil explicar el aroma diferente en mi
y sé que algo en ello está mal,
sea lo que sea,
lo sé,
me molesta y quiero borrarlo.
Olores,
como los detesto,
me recuerdan épocas pasadas,
personas a las que debería olvidar,
dolores que jamás se van
y miles de errores que vuelven a pasar.
Los odio,
los odio cada vez más,
uno desaparece
y otro se vuelve más fuerte,
uno el amor trae de regreso
y el otro lleva a la perdición,
los odio, como los odio…