Oscilación de un bosque audiovisual por Rebeca Lsp

Cortesía FIC

Este año, Francia no trajo tantos espectáculos como usualmente ocurre, pero, entre la oferta de sus puestas en escena, se deja ver la intención de adecuar los recursos tecnológicos y la multidisciplina, algo de esperarse al ser cuna de eventos a la vanguardia. El montaje de Bosque es la más reciente producción de la Compagnie d’Autres Cordes y las expectativas son altas luego de leer la sinopsis.

El ansiado espectáculo da inicio a través del terreno audiovisual y es evidente el trabajo de instalación que hay detrás, tanto del audio como del video. Dos pantallas transparentes superpuestas a modo de capas en el escenario, delimitando su centro, fungen como lienzo para lo que, en un inicio, es apenas el atisbo de un punto blanco adivinándose en medio de la oscuridad que crece, toma volumen y deviene en una especie de oruga trepidante por todo el escenario al ritmo de una sonoridad cada vez más densa. El punto se posiciona en el centro y empieza a emanar ondas, mientras la música se hace cada vez más envolvente y su volumen se incrementa. Gran parte del efecto estético recae en el excelente andamiaje audiovisual. Poco a poco, unas raíces comienzan a crecer construyendo una representación del bosque, uno primigenio que pretende simbolizar con sus ramificaciones minimalistas a toda la vida natural; a esta imagen en movimiento gradual la respalda un paisajismo sonoro. 

En el centro del escenario, se adivinan tres arbustos; de uno, la única bailarina extiende sus extremidades para dar paso a una danza muy espesa que, lentamente, se va sofisticando. La sinopsis nos anunciaba una danza butoh, pero, siendo muy honestos, los movimientos distan de las contracturas espasmódicas características de ese tipo de baile japonés, quedándose en un intento por mostrar la angustia en cuanto a la destrucción del medio ambiente, en la misma línea en que la danza aludida busca manifestar el terror. A estas ondulaciones se les unen sonidos que remiten al agua y al viento y que complementan la idea de vida en nacimiento.

El cuerpo de la bailarina toma formas vegetales, de tronco, de rama, y nos regala una idea de naturaleza en desarrollo. Música de ambiente, angustiosa y aplastante, contrasta con esta manifestación de evolución en armonía, indicándonos que todo crecimiento es una revolución que de alguna manera aturde y se adolece. Aunque, quizás, ese momento se prolonga demasiado y se vuelve muy lenta y pesado.

Más tarde, se genera una imagen interesante: los antiguos arbustos, gracias a los efectos de luz, se han transformado en nidos suspendidos, mientras que el inicio súbito de otro video produce en la audiencia, en parte sorprendida, en parte adormilada, vértigo e inquietud por la velocidad que evoca y por estar acompañado de un noise tensísimo. Luego, se observa el cosmos, precipitándose visualmente a la par de un sonido de trompetas, referencia bíblica tal vez. Al final, todo queda estático, ¿un futuro eléctrico e inerte? Tres luces rojas, ciberpunk, se encienden para devolver todo a la imagen de partida y retornar al mismo punto; “todo es cíclico” parece decir.

Este fue un evento, sin duda, atractivo, pero —debe decirse en honor a la verdad— la tecnología se comió el desempeño artístico en lugar de acompañarlo de manera equilibrada.

Bosque
Compagnie d’Autres Cordes

Azusa Takeuchi, coreógrafa
Franck Vigroux, director
20, 21 y 22 de octubre de 2023
Teatro Principal

Fotografía: Carlos Alvar (cortesía FIC)

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