Pañuelo azul en Guanajuato el rojo por Juan Mendoza

En recientes días he visto cerrarse un ciclo que vi abrirse hace muchos años, y abrirse otro más: Hubo lágrimas de desesperación e impotencia en políticos locales que, con arrogancia, en otro tiempo y otros puestos, vi aprobar e impulsar medidas claramente fundamentales para el incremento de la inseguridad que hoy las y los angustia, y que nos azota a todos, concisamente en Guanajuato.

Por ejemplo, diputados y diputadas que con envaramiento veían a mis compañeras y compañeros irrumpir en la sesión del Congreso local en la que el voto conservador afianzaría la reforma energética sin importarles pancartas u opiniones.

Eso sí, se aseguraron de construir otro recinto en donde nunca más pudieran llegar hasta las curules inconformidades mal vestidas.

En la misma actitud los vi aprobar cualquier cantidad de movimientos financieros para apoyar, sin ser obligado como hoy dejan claro a cada oportunidad, al gobierno federal en turno del mismo color (o combinable), en una guerra sin sentido contra el narco.

Aprobar donaciones, obras y demás facilidades a empresas globales que traerían explotación, es decir, salarios bajísimos, documentado en la prensa extranjera, sin mencionar el azote a la biodiversidad.

En algún momento en la ciudad en donde vivo, Celaya, Gto., decidieron que había que hacer frente a la delincuencia, y una buena manera era instalar cámaras, pero las cámaras eran obstruidas por los estorbosos árboles. Ahora la seguridad de su servidor dependía, medida sagaz, inteligente, de que los árboles fueran podados. A nadie se le ocurrió mover las cámaras.

Por supuesto, la ciudad quedó más pelona de lo que estaba y no sirvió de nada, como las cámaras, en las que el C-4 puede ver los rostros de bandidos y asesinos que no serán atrapados, un mero ejercicio de contemplación.

Después vinieron los expertos colombianos y el enfoque en “disminuir la sensación de inseguridad”, contraviniendo la constitución que nunca habla de sensaciones en nombre del adormecimiento de un sentir que finalmente jamás desapareció ni tantito.

Entre medidas antipopulares y vender humo hemos llegado a unos ocho años después, hoy.

Dice Diego Fernández de Cevallos que es insolente e inexacto decir que Guanajuato está en el primer lugar de inseguridad, que hay otros arriba. Yo le preguntaría al caballero ¿Qué cree que duela más, ser quemado vivo a cinco mil grados o a diez mil grados centígrados? ¿Cuál es la diferencia que se siente entre caminar de noche solo en Celaya que Juárez?

Pero las matemáticas le cuadran al ex candidato presidencial, también al gobernador. Eso es lo importante… "Hay otros peores que yo", en mi pueblo hay una frase muy popular para este argumento que tiene qué ver con el consuelo, pero no la pondré por respeto a mejores luces que le he leído al abogado con puro.

Hoy he visto festejos y lamentaciones por la negativa a la despenalización de la interrupción del embarazo, y les digo a ambos que no tienen muchas razones para extremar actitudes, por la sencilla razón de que la tendencia del voto es clara y es muy probable que el partido dominante perderá la mayoría histórica en el Legislativo en la elección siguiente, con los cambios que esto siempre conlleva.

No opinaré del tema porque las feministas me han dicho que no debo hacerlo, respetaré esa gesta que no me corresponde, pero como se cruza con la mía el día de hoy, sólo diré que otra vez con arrogancia, he visto alzar la mano a personas que en otro tiempo otros ojos verán llorar, y encima siempre preguntándose “¿por qué?”.

 

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