Como una botella arrojada al mar del tiempo, la novela 1984, de George Orwell, nos advierte sobre su caótica época en la que el totalitarismo y el odio fungen como sistema de control sobre la sociedad, donde habita una población deformada, ignorante y dividida.
La novela fue adaptada al cine por Michael Radford justo en el año de 1984. En la edición 53 del Festival internacional Cervantino, la compañía francesa Collectif 8, con la dirección de Gaële Boghssian y Paulo Correia, vuelven a arrojar la botella, pero, esta vez, con una propuesta teatral.
El telón se levanta para dejar ver, tras de sí, a un hombre tirado sobre la obscuridad, encadenado. Cual títere, es elevado, de a poco, al centro de la escena para, una vez llegado ahí, romper el silencio con gritos provocados por las descargas eléctricas sobre él, al tiempo que cuatro enormes pantallas se encienden alrededor generando una especie de cárcel, de orbe digital y tecnológico donde el Gran Hermano se presenta como un dios omnipotente que visualiza y controla cada aspecto de la vida pública y privada de la sociedad.

Lo que las pantallas reproducen es aterrador, un paneo de aquel mundo distópico y fascista en donde la guerra, la ignorancia y el odio son los pilares que deforman y condicionan el pensamiento humano y sus acciones; en donde las consignas del Partido son innegables:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
Pese a que la primera escena de la adaptación se sitúa en el capítulo III del libro, donde Winston es prisionero en el Ministerio de la Verdad, los directores juegan y se arriesgan con el interrogatorio como medio para regresar y recrear en las pantallas casi la totalidad de la novela desde el capitulo I, donde muestran a Winston y al público los crímenes mentales que cometió contra el Gran Hermano: haber confiado en O´Brien y enamorarse de Julia.
Winston y Julia, dos personas que se descubrieron libres en la mente y en el corazón, decidieron desafiar al sistema viéndose a escondidas en páramos alejados de la ciudad. En una habitación rentada en los barrios bajos de la ciudad, aparentemente la opresión y el control no los alcanzaba, por lo que se vieron libres de las reglas, se despojaron de las ropas que los identificaba como miembros del Partido, del odio que mantenía la brecha entre individuos y, por medio de la comunicación, el entendimiento y el amor, se supieron hombre y mujer, se comprendieron humanos.
Julia y Winston, quienes siempre supieron que el acto ilícito y rebelde de amarse no duraría toda la vida, más que esperanzados, esperaban el momento de ser atrapados, torturados y obligados a confesar en contra del otro y de ellos mismos. Sin embargo, prometieron no traicionarse en el único sito donde podían ser libres, en su mente, pues traicionar al otro implicaría dejar de amarlo y era algo que el Gran Hermano, con todo su poder, no podía cambiar.

Los dos presos, ahora ante nosotros, atrapados en el Ministerio del Amor, resistiendo los embates para no dejar que se apague aquel último rasgo de humanidad que los habita. El desenlace es abrumador, pues la catarsis no reside en la traición, en la muerte o en el triunfo del Partido, sino en lo que devela de nosotros mismos, del mundo nuestro y del concepto de humanidad que nos define.
A pesar de que 1984 se publicó hace 77 años, el mensaje a es universal y diacrónico para todas las humanidades que existen y vendrán sin importar el sistema imperante de la época: nunca permitir que nos arrebaten aquello que nos fue dado desde el principio de los tiempos, el albedrio y, con él, la rebelión.
1984 de George Orwell (adaptación)
Collectif 8
14 y 15 de octubre de 2025
Teatro Principal