PERDIDOS EN LA NOCHE ETERNA por Gabriela Hernández

La noche cayó, sin luces en el cuarto me di cuenta de que se había marchado. Ya no estaba. Sin decir nada desapareció. No sé si fue devorado por la cama y todos los sueños que dormían en la almohada. O si la oscuridad lo diluyó hasta la transparencia. No lo veía. No lo sentía. Desapareció. Y no había ni un solo rastro de él.

 

Cerré los ojos para intentar sentirlo, repetí su nombre tres veces en mi mente esperando que me escuchara y me dejé caer a la cama como si cayera a una caja sin fondo.

 

-¿Si existió?, me cuestiono.

 

Yo flotaba, lo sentía. Esa increíble levedad que mata. Porque sientes el espacio, el aire, la gravedad. Pero no te sientes a ti. Como si nada en tu cuerpo te perteneciera. Como si rápido muriera en tus manos todo aquello que creías ser, todo lo que querías, incluso él. 

 

Y así sin más, una lágrima me salpicó. No supe qué tan mía era: Pudo ser de un extraño. Pudo venir del más allá. Pudo ser del ave muerta en el asfalto. Ni supe cuál dolor me la causó: si el amor intrincado, su ausencia o el desamparo. Si el espejo roto o mi rostro reflejado en mil pedazos. La lágrima rodó y no pude contenerla. Es demasiado tarde, ya roció mi cabello.

 

El principio del hundimiento. Ya sin ataduras. Ya sin nada que me conectara a él. Lo perdí en la noche. En esta oscuridad a la que me someto. A la que abrazo y a la que invoco para buscarlo. Mis ojos cerrados no volverán a abrirse hasta encontrarlo.

Historia Anterior

Comunidad Estudiantil de la Universidad de Guanajuato, convoca a Huelga Estudiantil.

Siguiente Historia

SINFONÍA TACTIL por Paulo Torres