Resulta complicado comenzar a escribir sobre aquello llamado perfomance, tema del cual me siento completamente alejada. Quise investigar un poco sobre ello antes de que comenzara el Festival Internacional de Perfomance InSitu Guanajuato, para no enfrentarme a los acontecimientos desde la absoluta ignorancia, pero no alcancé. Así que ahora, dándole un giro dramático a todo esto, haré una cobertura desde páginas en blanco esperando que, en todo caso, eso sea más bien una ventaja. Creo que quizá de eso también se trata este festival, de ir descubriendo qué es el perfomance desde diferentes creadores que han sido convocados a accionar en esta diminuta ciudad.
La primera sede del festival fue Aparato de Arte. Este espacio abrió sus puertas en Guanajuato desde hace ya poco más de un año y es dirigido por Dafne Valdivia y María Fernanda Huerta. El proyecto nace con las ganas y la finalidad de convocar a artistas e investigadores tanto nacionales como internacionales a realizar residencias artísticas o estancias de investigación que ahonden, expandan y diversifiquen el conocimiento sobre el arte contemporáneo.
Pues bien, Aparato de Arte se une a otros espacios alternativos e independientes como Espacio Mutante y Viaje de la conciencia para recibir la segunda edición de InSitu, el cual se llevó a cabo por primera vez en Chihuahua organizado por Gustavo Álvarez. En esta ocasión, el evento inaugural, a cargo de Dafne, María Fernanda, Julio Sahagún, Sofía Méndez y el mismo Gustavo, comenzó con la presentación del festival y siguió con dos conversatorios perfectos para introducirnos al tema en cuestión: el Grupo de Perfomance de Guanajuato y Gonzalo Bernal compartieron el trabajo que han estado investigando y explorando en torno al arte de la acción. La programación del primer día, 2 de mayo, estuvo conformada además por las acciones de Rodrigo Cuevas, Graciela Ovejero, Celeste Morales, Nopawan Sirivejkul, Mongkol Pliengbangchang, Fernando Falconi e Irvin Grittati.
Resuena particularmente en mi cabeza el término acción: ¿cómo se expresa ésta en el performance? Inmersos en una cotidianidad, la acción irrumpe; si esto sucede, entonces podemos pensar que la acción está fuera del ritmo cotidiano, pero lo suficientemente cerca para ser reconocida. Si es acción, es expresión del cuerpo, pero no uno teatral o dancístico, es el cuerpo expuesto desde otros códigos que todavía no logro descifrar.
Al estar viendo las presentaciones de los performers, escuché frecuentemente entre el público la pregunta: “¿qué va a hacer?” Como si lo que estuviera sucediendo en ese momento nos estuviera preparando para algo más, algo que en ese preciso instante no resulta evidente y quisiéramos encontrar más bien una construcción narrativa con una finalidad. Si esas son nuestras expectativas al presenciar un performance, nos quedaremos esperando como quien espera a Godot. Al preguntar “¿qué va a hacer?” es como si las acciones no tuvieran un peso en sí mismas ¡Ya está haciendo algo! ¿O no? Las acciones parecen aisladas, inútiles, son tan efímeras que descolocan nuestra noción de sentido y quizá precisamente en todo ello radica su valor.
Durante las charlas inaugurales surgieron algunas preguntas que me llamaron la atención, por ejemplo: ¿hay acciones que pasan de moda? Algunas ocurrieron hace décadas y, sin saber que alguien más ya las hizo en otro tiempo, hoy vuelven a suceder. Entre el público de otra presentación escuché a una persona decir que lo que estaba viendo parecía un cliché más. ¿Cómo una acción puede ser un cliché? Parece que hay cosas que se desgastan, elementos que se usan siempre de la misma manera. La cotidianidad es repetición y nadie nunca puede decir que una acción como sentarse a comer “ya pasó de moda” o es un cliché, pero en escena sí puedes decir que ya has visto esa representación cientos de veces y deja de comunicarte algo. Si el performance no se construye desde una narrativa continua, sino desde lo intempestivo y la invasión de espacios, tendría que ser imposible ver muchas veces la misma acción, tendría que haber más bien posibilidades infinitas de accionar. Entonces, ¿cómo es que llegamos a los lugares comunes o a las tendencias? Pienso entonces que el performance no es acción pura, tampoco es necesaria o esencialmente acción + objetos, sino, en la mayoría de los casos, es (primero) discurso justificativo + acción y ahí sí que puede radicar el peligro del cliché.
El performance saca de quicio al espectador, lo sacude, lo estremece. Creo que lo peor que puede ocurrirle al performer es la indiferencia del público. En ese caso, ¿sería un problema del espectador, es decir, falta de sensibilidad? ¿O un problema del artista: falta de ingenio? Ahora que he visto la intervención de los espacios de la ciudad por diferentes acciones: pies desnudos sobre concreto hirviendo, un teléfono público silenciado, muros endulzados que denuncian la opresión, vino derramado, vidrios rotos, un cuerpo desnudo, un cuerpo envuelto en los colores del papel picado… puedo decir que la calle no se transita ya de la misma manera. Si el espectador se queda a ver el desarrollo completo de las acciones o no, ya hay en la memoria de la gente un registro de que algo distinto sucedió en un lugar cotidiano y los rincones de la ciudad se resignifican, sea con el juicio que sea.