Fotografía: cortesía prensa FIC
El Ballet Folklórico de la Universidad de Guanajuato puede enorgullecerse de su capacidad creativa con la cual lleva a otro nivel el rescate de la tradición y cultura de los pueblos, o al menos eso es lo que se deja ver en sus participaciones durante el Festival Internacional Cervantino, pues, a diferencia de otros ballets prestigiosos cuya técnica es magistral pero siempre la misma, cada año presenta un programa distinto, incluso repitiendo algunas danzas, en donde una idea rectora guía la estructura de cada propuesta consiguiendo así no sólo la apreciación y disfrute, sino la reflexión de las raíces mexicanas.
“Danzas tradicionales menospreciadas por la aparente sencillez de su técnica, llenas de significados abstractos y símbolos que no cualquiera puede ejecutar. Danza… Tradición que heredan los pueblos antiguos. Danza… Somos tiempo… Danza… Somos muerte. Danza… Somos tierra. Danza: puente entre tiempo y espacio”. Con ese discurso polifónico el BAFUG dio inicio a su programa del 2016, “Pies que golpean la tierra”, al cual fueron invitados los estados de Guanajuato, Nayarit, Puebla, Michoacán, Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Tabasco, Guerrero y Aguascalientes.
La función comenzó con la danza de concheros, clara muestra de los pueblos prehispánicos evangelizados y origen del estilo de peregrinación mexicana. A lo largo de la velada lucieron los huicholes nayaritas, los coloridos quetzales poblanos, los alegres viejitos michoacanos, los negritos veracruzanos, los traviesos diablos guerrerenses y los aguerridos matlachines hidrocálidos.
Entre conchas, plumas, máscaras, penachos, flechas, jarrones, ya fuese en actitud de guerra, de trabajo, de cortejo, de festejo o de admiración por la naturaleza, un elemento en la danza imprescindible es el sonido solemne del tambor que guía cada pisada en la tierra, constante y firme como el corazón que rige el trayecto del hombre por la vida. Incluso en la esclavitud o la pobreza, la danza da al cuerpo libertad y con él el alma se expresa y casi vuela, así como en el ritual tarahumara en Chihuahua cuando los brazos se abren extendidos a los costados y las piernas se elevan, o como cuando los pájaros tabasqueños brincan de rama en rama trinando y sonriendo.
Luego de más de una hora de danza ininterrumpida gracias a una bien planeada coreografía con cambios de elenco instantáneos a través de transiciones giratorias, todos los estados volvieron al escenario luciendo con orgullo cada uno su traje típico. En ese colorido cuadro final el mensaje fue claro: aun tan diversos, hasta caminando danzamos y así somos todos un solo pueblo.