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Guadalupe no está viviendo su vida, está viviendo su biografía.
(Enrique Asúnsolo cuando le preguntaron por Pita)
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Desde ese entonces Pita se volvió una de las celebridades que acudía a las corridas de toros, junto a María Félix y Agustín Lara, llegaba con sus joyas, un atado de flores en la cabeza y diamantina adornándole los parpados. Dicen que al final del evento se llevaba al campeón a casa.
Es en ese momento en que, ante la incredulidad del ambiente literario, publica su primer libro de poesía Yo soy mi casa. Nadie cree que la socialité, la chica de las fiestas, la mujer escandalo de su época, pudiera ser capaz de escribir respetando las normas clásicas de la poesía, quizá las únicas reglas que nunca rompió en su vida.
Los pintores más importantes del momento contribuyeron a crear su imagen; Diego Rivera, Cordelia Urueta, Raúl Anguiniano, Juan Soriano, Rufino Tamayo la pintaron en distintas poses: desnuda, de perfil, de frente, de cualquiera manera que fuera capaz de atrapar esa zona llena de trasluz que mantenía a todos atentos de lo que hacía Pita Amor. Los fotógrafos pusieron su grano de arena al capturarla en postales, en fotos casuales, o fotos de estudio con las cámaras de Berenice Kolko, Katie Horna, Ricardo Salazar, Daisy Asher, Lola Álvarez Bravo. Ella siguió a pesar de todo con la labor poética de entablar diálogos consigo misma y con Dios.
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Pita pertenece al último coletazo de las grandes leyendas de la cultura popular mexicana del siglo XX, que se creó a partir de la posrevolución y se volvió semillero de las figuras que hoy son inseparables de la identidad del mexicano común: Diego Rivera, Frida Kahlo, María Félix, Nahui Ollin, Lupe Marín, Tina Modotti, Lola Álvarez Bravo, Chavela Vargas, Dolores del Río, Octavio Paz, María Izquierdo, Rufino Tamayo, Xavier Villaurrutia, y un largo etc. Un tiempo de gigantes en la tierra.
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A veces parece que es un personaje de cuento. A veces parece que se hacía la loca, cuando hablabas con ella no estabas seguro de si era real o no. A veces parecía que tanta exposición no dejaba lugar a la intimidad. ¿Dónde terminaba el personaje público y dónde empezaba la mujer de las angustias que escribía en la bolsa del pan con lápiz de ojos sus poemas místicos? Hace años, en una entrevista que le hice a Luna Miguel, cuando le pregunté cómo manejamos la intimidad en esta exposición constante, en las redes sociales, me contestó certeramente: La intimidad es lo que hila la historia, se pueden ver fragmentos de lo que hacemos en público, pero la historia detrás sólo es mía y de quienes me acompañan.
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–Las mujeres que ya escribían cuando nosotras éramos jóvenes fueron: Pita Amor, Margarita Michelena; eran mujeres muy valiosas, pero que en general tenían una vida muy alocada; casi todas ellas murieron trágicamente. Otras, como Pita Amor, terminaron locas. Eran muy intensas, dicen que Pita Amor lloraba mucho, había como un prejuicio hacía las mujeres que escribían poesía, les decían "poetisas" o "putisas"(…)
(María de los Ángeles Manzano. Entrevista a Erinqueta Ochoa, Los caminos de Dios. Ciudad de México, 20 de junio de 2000.)
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Entre 1946 y 1959 Pita Amor escribió nueve libros de poesía, una novela y un libro de cuentos, trece años de trabajo. Hablamos de una mujer que se atrevió no sólo a escribir, también a publicar en un ambiente entonces dominado por los hombres. Por edad pertenecería a la llamada generación de la ruptura, pero todos los autores y autoras de esa generación (Rulfo, Arreola, Ochoa, Arredondo, Garro, Castellanos, Castro) comenzaron a publicar después que ella, la única excepción sería el hombre que fue su espejo invertido: Octavio Paz. Pita era la poeta piedra de toque, no sólo por los contactos y amistades, también por una obra sólida en sus postulados y en lo que pensaba, y, sin embargo, siempre estuvo marcada como la chica de las fiestas, la mujer escándalo, cosa que la gente de su generación le cobró caro cuando le llegó el silencio.
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Cuando Pita terminaba de forjar su figura como autora, decide tener un hijo. Las razones, varias y válidas, no vienen al caso. El padre fue un abogado familiar de Arreola, del que no volvió a saber. En ese momento José Madrazo le retira el apoyo económico. Los problemas vienen después de la concepción. Cuando da a luz, por medio de una cesárea, no puede aceptar que su cuerpo tenga ahora una cicatriz. Incapaz de poder soportar por mucho tiempo al niño termina pidiendo a su hermana Carolina que se haga cargo de él.
El niño, llamado Manuel, en honor al padre de Pita, murió a la edad de un año y siete meses, ahogado en la pileta de la casa de Carolina, rodeado de lirios de agua lo encuentra una de las sirvientas. Esto hace que Pita entre en una crisis nerviosa que la llevará a pasar un tiempo en el psiquiátrico. Sus hermanas se ven incapaces de costear las deudas de la lujosa vida de la menor de los Amor.
Sin embargo, aprovechan el momento para acallar todos los escándalos alrededor de Pita, matan dos pájaros de un tiro. Pagan las deudas y borran los escándalos y el pasado. Venden todos los cuadros y primeras ediciones de Guadalupe Amor habidos en su departamento de la calle Río Duero #52 y Pita se va un tiempo a casa de Manuela Amor.
Luego viene el silencio. Luego viene el olvido.
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Ella, que lo tuvo todo.
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Salió la nota en el Novedades Dominical, “Se busca a Renatito, líder de la Zona Rosa: Entrevista a Pita Amor”, casi diez años después de la muerte de su hijo, Pita vuelve a la escena pública para buscar a su mascota perdida, un maltés blanco y viejo al que le faltan dientes y que ella ansia volver a ver. Con la condición de no ser fotografía: “si quieren fotos mías vayan a cualquier archivo”, le prohibió a la entrevistadora hacer cualquier tipo de preguntas personales. Comienza a borrar su pasado, negándose desde entonces a hablar sobre todo aquello que no fuera tiempo presente.
Ha llovido demasiado y los círculos de amigos y contactos han muerto. Ese es el inicio del segundo momento en la poesía de Pita Amor. Ya no es sólo la angustia y la sangre enervada que tratan de huir del cuerpo, ya no la “inocente” amanuense que afirmaba ser cómplice de algo más alto en una fuga sin tregua.
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La larga noche de la depresión se llevó no sólo la fama y la belleza, también el hogar material, en esa época Pita comienza a vivir en diferentes hoteles de lujo, todos cercanos a Abraham Gonzales #66, de todos la corrían por no pagar la cuenta, o pagarla muy atrasa cuando tenía el dinero, siempre apoyada por un grupo de amigos que sentían la pena y la soledad de la poeta. Como naufraga de sí misma Pita va de barco en barco, rechazando y volviendo a escribir poco a poco. Al final de esa larga noche, con la poesía como un faro, regresa a tierra, aunque a veces le parezca un desierto.
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– ¿Conoces el desierto, lo has visto?
– ¿Tú miras bien? ¿Tienes buenos ojos? -Pita levantó la mano y se quitó los lentes. Cerró los ojos y me dijo-: Mírame bien. ¿Ves mi rostro? Es el desierto.
(Entrevista con Cristina Pacheco, 1981)
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En la época del desierto regresa la altanería de su juventud. Muy recordados son los desplantes a taxistas, meseros, vendedores ambulantes, transeúntes en su camino. Apártense, muévanse, monos guatemaltecos, narices de mango. Su voz de trueno y sus bastonazos a la velocidad del rayo le abrían el camino en sus paseos por la Zona Rosa. Siguió escribiendo, pero ya no había ediciones de lujo ni grandes editoriales, eran libros, algunas veces más cercanos al fanzine, que comerciaba ella misma acercándose a la gente, contenta cuando se los compraban, enojada y grosera cuando no. Qué va a saber usted de la poesía, tiene cara de hija de gata, y así se va a morir.
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Así, en su vejez, siendo la Reina Honoraria de la Zona Rosa, comienza la apropiación de la figura de la Guadalupe Amor en la cultura pop mexicana, aparecieron múltiples imitadores en radio y televisión mofándose de su situación. Las calles de nombres europeos de la Zona Rosa la vieron envejecer y desarrollar hipocondría, detestaba que la gente la tocara por miedo a contraer alguna enfermedad, quizá temiendo no poder pagar el médico. Varios amigos regresaban y se iban y regresaban a las costas de su desierto, después de haber agarrado fuerzas para poder sortear su amistad, muy demandante según algunos.
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-No cabe duda de que tu nombre saca tu doble personalidad María por criada y Félix por gata.
-Y tú, Guadalupe Amor la mexicana, la dueña de la tinta americana, la que se paseaba afuera de la Prepa Cinco, envuelta mink enseñando el pizarrín, la que orinó todas las banquetas de la Zona Rosa con su parte indecorosa.
(De El rincón de Pita Amor: Pita Amor y María Félix, Desde Gayola, 2006)
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En 1972 dio un recital en el Ateneo Español. Un lleno total. Mucha gente se quedó fuera y pedían que ella siguiera recitando. Y vinieron más y más recitales, siempre con un aforo a más no poder, de esa manera fue que podía tener algo de dinero. Hasta que llegó el momento más esperado por ella, ya muy mayor, en que en el Palacio de Bellas Artes le rinden un homenaje masivo, con retrospectiva de las fotos y cuadros donde hizo época en las artes plásticas del país, fue también el último de sus recitales donde apareció montada en un trono, con una tiara gigante. Sin pedir silencio hizo silencio con su voz y recitó.
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-Mis letras son la eternidad. Mi historia, mi historia son fantasmas. Algunos datos que recordar no quiero.
– ¿No hay historia?
-Trato de olvidarla.
– ¿Puedes? ¿Lo consigues?
(Daniela Romo entrevista a Pita Amor para el programa “Hoy con Daniela”, 1995)
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“¿Quién es la que ardió en su llama, hizo su vida poesía, bajó a la región sombría, lleva en su nombre a quien ama?”.
(José Emilio Pacheco)
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Si se escuchan las grabaciones que aún se conservan en internet de su voz y de ella recitando en público se puede ser testigo de algo que sólo pudieron ver los apóstoles: la voz de Cristo corriendo a los mercaderes del templo, increpándolos por lo que han hecho con la casa de su padre.
Así la poesía de Pita Amor, ligada a Dios y a su casa protegieron a una naufraga de sí misma que logró sobrevivir.
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Al final de su vida, en el edificio Vizcaya, a una calle de la casa de su infancia, el sábado 6 de mayo de 2000 enfermó en las costas de su desierto, de una terrible pulmonía, que la mantendría despidiéndose de todos desde el faro. El 8 de mayo de 2000 zarpó. Supo de la mortalidad, hasta ese momento. Vivió creyéndose inmortal. Murió en el mes en que nació, circular hasta en eso, me sorprendo.
Como el Moisés bíblico de su infancia, Pita Amor vio entrar al panteón de las letras mexicanas a otros autores más zalameros con el poder, mientras ella, desde la cima de su desierto, era la hoguera en la zarza, cantando. Alguien me dijo una vez que ya no tenemos el mar, tenemos otra cosa contaminada y hasta horrible, pero tenemos voz para recordar el mar.
Yo digo ahora:
Ya no tenemos Pita,
pero tenemos voz
para recordarla.
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En una de sus últimas entrevistas, con Waldemar Verdugo, llegó a decir No pagas los pegados, pagas las tonterías. Yo creo que sí me maté, y ahora estoy en el infierno. Me pregunto si será cierto, si no es posible que todos los que nos quedamos sin su voz vivimos en el infierno de Pita Amor.
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Que todo morirá cuando yo muera.
¡Imposible pensar de otra manera!
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Querida Pita:
No pasa siempre,
pero sonrío más
y mejor ahora.
Espero que tú también.