El pasado 29 de octubre, día de la clausura del 51 Festival Internacional Cervantino (FIC), se presentó en el Teatro Juárez el Ballet Hispánico, a cargo del director artístico Eduardo Vilaro. En busca de representar siempre la diversidad de las culturas latinas, sus puestas en escena son tan vibrantes como la sede donde alojan su corazón, la ciudad de Nueva York. Esta vez, trajeron al territorio mexicano una composición escénica configurada por tres piezas heterogéneas entre sí, cada una montada por diferentes coreógrafos.
La primera de ellas, Línea recta, de Annabelle López Ochoa, mostró una fusión entre la danza contemporánea y el flamenco, dando lugar a una interpretación apasionada. Destacó el experimento coreográfico al marcar la ausencia de una pareja, pues la identidad de la pieza se condensa en la unión que los distintos bailarines tejen entre sí. En el vestuario, predominaron los trajes rojos, pero sobrios en diseño, donde lo más llamativo fue la cola del vestido de la bailarina principal, pensado como otro personaje de la escena gracias a la fuerza con la que ella la integraba a sus movimientos.
La segunda pieza, de Michelle Manzanales, fue Sor Juana, una obra dedicada a evocar y repensar la esencia de una de las figuras literarias más importantes en México: Sor Juana Inés de la Cruz. Manzanales juega en los terrenos de lo surrealista y las elipsis para condensar la historia que narra bajo una estética impactante en apenas treinta minutos, tiempo que dura la obra. Grabaciones de la poesía de Sor Juana son utilizadas para crear ambientes de intimidad y calidez, sin hacer perder al público la sensación de estar contemplando una parte de la historia pura.
La última pieza fue 18+1, creada por Gustavo Ramírez Sansano en celebración de sus diecinueve años como coreógrafo. La música utilizada fue, en su totalidad, perteneciente a la producción del compositor cubano Pérez Prado y, al ser el elemento central de la obra, reflejó una vitalidad que ayudó a cerrar de forma ligera el tríptico. Los movimientos se caracterizaron por un tono burlón y festivo, mientras que el vestuario destacó por las tonalidades en gris oscuro y el diseño liso, contrastando con el dinamismo tanto de los pasos como de la música.
El Ballet Hispánico permitió atravesar la esencia de la cultura hispana desde distintas perspectivas y elementos musicales, dancísticos, literarios e históricos. Sin lugar a dudas, se trató de una muestra diversa cargada de una estética magnífica, un diálogo interesante entre las piezas y una muestra del amor latino por el arte.
Ballet Hispánico
Eduardo Vilaro, director artístico
29 de octubre de 2023
Teatro Juárez
Fotografías: Gabriel Morales (cortesía FIC)