Pro-fail: Fabio Morabito y Morábito por Míkel Deltoya

De lunes…

 

El año pasado me vi, junto con mis más preciados amigos de la ciudad, en la empresa de leer 49 años de poesía reflejados en el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes. Desde el primero, Espejo Humeante  de Juan Bañuelos, hasta el más reciente de aquel entonces, Las maneras del agua, de mi maestra Minerva Margarita Villarreal. Desde luego, pasé por Fabio Morábito, de quien antes había leído Lotes baldíos (premio Carlos Pellicer, 1985), y cuyo libro, De lunes todo el año, ganó el premio en cuestión en 1991, o sea, el año en que nací, o sea, que tenía una necesidad cabalística de leerlo, al igual que a Nadine Gordimer que en ese año gano el nobel. ¿No les pasa que sienten la necesidad de leer o escuchar a gente relevante del año en que nacieron? De lunes todo el año fue un poemario que disfruté, que llegó en el momento idóneo, fue una empapada de esa frescura citadina que había tenido igual con José Emilio Pacheco y su No me preguntes cómo pasa el tiempo; después leí algo de narrativa de Morábito, que disfruté poco más que su poesía.

De sus libros, recordaba sórdidamente la imagen de Fabio; una especie de mezcla entre Charly García y al Groucho Marx; siempre he sido malísimo con los rostros, y batallo en relacionar una cara y un nombre, pero esos aspectos peculiares, cabellera china, bigotes y lentes, hacían característica a una persona, en este caso al poeta Morábito. Esto me pone a pensar que a veces leo a autores, me familiarizo con sus nombres pero jamás se me ocurre googlear una imagen de ellos, es como el mítico Gabriel Zaid, cuya imagen mental no tengo clara, o como a Cavafis, del que, al menos que recuerde, jamás he mirado su rostro en imágenes. pero esa es otra cuestión.

 

Una tilde menos

 

Fabio Morabito (desconozco si se pronuncia mo-ra-BÍ-to o mo-RÁ-bi-to) labora en Studio Monaci según su perfil personal, vivía en Regio de Calabria, al sur de Italia, pero hace poco se mudó a la región de Siena; estudió Economía y Comercio en la Università degli Studi di Messina. En su foto de portada nos presume a un acolchonado perrito blanco que reposa en los peldaños quizás de la escalera principal de su casa. En su foto de perfil se mira a un tipo calvo, con una sonrisa de buen rollo, ameno, de esos individuos que te caen bien con sólo mirarlos. Fabio Morabito; en personas que quizás conozcas y sí, tienes muchos amigos en común con él.

Tiene 2432 amigos y contando; entre sus amistades de Facebook tenemos a otros premios Aguascalientes y, esencialmente, a gente del ya no tan limitado circuito literario del país. Fabio Morabito acepta a un montón de extraños mayoritariamente de México, y consigo, un tipo “común y corriente” de un momento a otro se ve a sí mismo con una timeline llena de mensajes de agradecimiento, de alabanza, le dicen que es un excelente poeta, que adoran estar en contacto con él, que agradecen su literatura… Fabio, el italiano, el italiano-italiano, no detiene la farsa, o quizás no la entiende, su idioma materno le impide decirle a los cientos que le escriben y lo nombran poeta que él no es a quien buscan.

 

A little mora-bit more…

 

Copio íntegro el maravilloso post de Eduardo Huchín Sosa, leitmotiv de este texto:

FABIO MORÁBITO Y YO

[Por Fabio Morabito]

 

Al otro Fabio Morábito es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Regio de Calabria, y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y las nuevas formas de un columpio; de Fabio Morábito tengo noticias por los comentarios que aparecen en mi muro de Facebook. Me gustan las huellas de los viejos inquilinos, las manchas que heredo sin limpiarlas, las mudanzas que se disuelven como una fiebre, cada libro que me vuelve un descreído; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que el bosque persiga, en su prosa y en sus versos, al otro Fabio Morábito y esa literatura me justifica. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de perder el sexo debajo de la cama. Yo he de quedar en Fabio Morábito, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra que alguien toca por dinero y algún otro por ser joven. Hace años yo traté de librarme de él y estudié economía y comercio en la Università degli Studi di Messina, pero ahora la gente comenta en mi muro de Facebook: “De cualquier manera te seguiré leyendo. ¡Abrazo fuerte, poeta!” y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé a cuál de los dos siempre le piden poemas inéditos.

 

Para pensarse…

Ese Fabio, el italiano, el no poeta (hasta donde sabemos), quizás no hable español, ni pretenda aprenderlo; le he preguntado vía inbox en un italiano mocho si está consciente de la fama que su nombre carga, y qué piensa acerca de que la gente lo agregue creyéndolo otra persona. Ni siquiera en visto me deja, tal vez tenga y cientos de mensajes similares al mío, saludándolo;

“Qué gusto tener contacto con usted, maestro”, “Un honor hallarlo por acá”, “Maestro, leí su libro en la biblioteca de Chalchihuites, Zac., acá tiene su casa”, “Sr. Fabio, estamos haciendo un certamen de poesía, y queríamos invitarlo.”, “Hola, guapo.”, etc…

Este Fabio no da el aire de Groucho, ni Charly; a lo mejor le asquea la poesía, quizás no elegió su “fama” ni pensó que al unirse a Face, quizás por presión de sus demás colegas italianos, acabaría con una despistada porción de la República Mexicana de las Letras; Fabio tardaría semanas y muchas consultas en Google translator para aclararle a escritores, a lectores, a primos de amigos y gente que “creció leyendo sus poesías” que él no es quien creen que es; que él no es Fabio Morábito, que él no ha ganado ningún Aguascalientes ni ningún un Pellicer… no tiene tiempo, y tampoco la obligación…

De todas formas, las solicitudes de amistad seguirán llegando y, probablemente, los curiosos del reino literario lo sigan agregando y le sigan agradeciendo su existencia, su ecuanimidad y su obra.

Fabio, el italiano, no lo sabe; no comprende que se metió con una de las más voraces especies, la de los lectores, y, peor tantito, la de los lectores que no saben las facciones de sus autores predilectos. Fabio cometió el involuntario error de tener el 98% del nombre de pila de uno de los poetas de México. Pudo haberse llamado Ottavio Pace, Efrainno Horti, Giuseppe Emilio Paccequio, o Alessandro Aura, pero no, sus padres lo nombraron Fabio, y se apellidó Morabito; no nació en Egipto, ni creció en México, nadie sabe a qué se dedica, pero de todas formas, le agradecemos por aceptarnos, por tenernos en contacto y demostrarnos esos vacíos legales de la existencia, esos glitches que de la noche a la mañana hacen que por confusión, alguien, del otro lado del mundo, hable de ti.

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