de nada sirvo yo sin la palabra
Alma Cervantes
Pulsaciones (El BeiSMan, 2019) es el primer libro de la escritora Alma Cervantes, mexicana de nacimiento y “ciudadana del mundo”, luego de publicar poemas en medios virtuales impresos de España, México, Estados Unidos y Colombia. Cervantes se concibe a sí misma como una provocadora textual y este libro, que está a la venta en Amazon, es una muestra fehaciente de ello.
El libro está bellamente acompañado con pinturas del talentoso artista plástico mexicano Alejandro Barrón. En conjunto, palabra e imagen dialogan para ofrecer un itinerario pulsátil, visceral, pasional y descarnado (aun cuando uno de sus temas principales son los dramas de la carne), desde un ritmo muy intuitivo y personal.
El poemario abre con una advertencia que es un poema: “Bipolar”. Se anuncia tácitamente que los versos del libro oscilarán entre los contrastes: sombra y ansia de luminosidad se trenzan en cantos emotivos y a veces desesperados que recuerdan ciertos estados de manía. De la dicha irracional se es capaz de caer hasta ser reducido a polvo por la contrariedad del amor. Ocho son las estancias de las que consta el libro. Todas ellas unidas por temas comunes que van y vienen conformando una unidad de tono y voz. El dolor y la ansiedad dan notas características a esa locura verbal que arremete contra sí misma y espera del lector la identificación en el plano de las afectividades.
El vivir no es representado en este libro como un trance beatífico. Si no más bien lo opuesto: un desgarramiento del cuerpo ofrecido y de la voz que testimonia esa herida, que es la herida misma del nacimiento y del existir. La palabra, en este sentido, es la compañía más personal para la poeta, más allegada aún que el compañero de cama y andares.
“La sangre” es el primer apartado, y también es uno de tantos fluidos que destilan en el poemario: sangre, saliva, leche, lágrimas son en las páginas del poemario una misma sustancia que denota la esencia del vivir. Aquí, Cervantes alude a la reinvención de una Eva que reúne muchas características de la terrible Lilith, su negativo: lujuria y destrucción, principalmente. Pero la sangre es también lo que une a la mujer representada con su clan familiar. Así, la casa es un símbolo del retorno a los orígenes, el seno materno y los libros.
“La piel” textualiza la orfandad de la piel. Se dice: “te amo / de un modo sucio / osado”, prohibido para los mojigatos. Aquí se es capaz de decir que se rueda mundo abajo y mundo adentro cuando dos desnudeces se reconocen en su misma precariedad y comparten la desgarradura del sexo, esa violencia original. De la asfixia a la cólera, se da cuenta de un entendimiento de la poesía como dispositivo lúdico para jugar con las verdades nocturnas, para relatar una avidez y un hambre convulsas que llegan a ser destructoras y son acaso finalmente incomprensibles. Un territorio todo de ansiedades.
“Compañero” se construye en torno a una imagen acaso idealizada del hombre por el que se sería capaz de amar, compartiendo momentos ya baladíes, ya profundos. Aquí hay espacio para la ternura, pues el compañero es el ser que reconcilia los opuestos y da una oportunidad a la calma.
En “Amantis” asistimos nuevamente a una poesía sin pudores, inquieta, enmarcada en una noche que parece desatarse, en que se nos recuerda que en el amor “no pasa nada / que no sea / de este mundo”. Y que el amar también puede ser siniestro:
Te he matado, mi poesía te ha destruido
y eso es hermoso.
En “El hombre”, se siguen delatando peripecias amatorias que tienen mucho de lunáticas y que en su mero extremo conducen a la muerte.
no me temblará la mano
el día que te destroce
como quien destroza
la sonrisa incauta
Rabia, odio, son aquí constitutivos y consecuencias del amar. Pero el corazón permanece, sin embargo, como el último resquicio a conquistar.
“Réquiem” contiene un solo poema homónimo dedicado a David Noyola. Tal poema “llora a lo inerte” y “teme a los actos de desaparición”. Por su parte, “Para el poeta Zatarain” apela a volver a ser niño otra vez para encontrar una mejor realidad y reconocernos “tangibles, comunes”.
Finalmente en “Porque sí” se nombran sin temor las carencias, las faltas: la del “hombre prohibido / y por prohibido amado”, principalmente. Se juega con las identidades recurriendo a la fantasía de poder ser otro antes de que la vida termine de extinguirse: un reclamo a los propios límites de la existencia.
Sigue latiendo siempre en los poemas un ansia de libertad para esta vida que se fuga muy rápidamente. La poeta, como un niño grande con fiebre, declara en todo el poemario que la paz no es una condición para ella, que su poesía no es apta para cualquiera, que su ser es caníbal, y gusta de ensuciar, porque, como lo quería el poeta George Bataille, la condición del erotismo es la mancha sobre la belleza de los cuerpos.