Seis poetas mexicanos actuales que debes leer Por Roberto Buendía López.

Arely Jiménez

Arely Jiménez (Aguascalientes, 1992) es una guerrera de la vida. durante más de una década ha sido paciente renal, condición que compromete su vida ante cualquier situación en todo momento de su vida.

Es claro que una condición así, entrando y saliendo del hospital todo el tiempo, es capaz de disparar un trastorno emocional (en su caso el TLP, Trastorno Limítrofe de la Personalidad o borderline en inglés). Ella tematiza su dolor y su enfermedad en su hermosa poesía, pero no dramatiza en el abuso, ni los explota ni mucho menos los espectaculariza. Acaso alude a medicamentos, contextos hospitalarios y objetos médicos en unos cuantos poemas, pero lo hace de manera bella, con un motivo: dar un matiz de unicidad. ¿Quién no sabe que los hospitales son lugares de horror?

Ya Baudelaire lo había escrito: “La vida es un ‘hospital’ en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama”. La poesía de Arely brilla por su inusual mezcla de ternura, sufrimiento y fragilidad, sutilmente trabajada, la cual hace que una situación horrible pueda tener un aura de amor. Lo que pretendo decir es que no necesita el desgarramiento en la escritura para hablarnos de ese espanto, sino que lo hace de manera no contenida, pero sí velada, envolviendo el poema en una fina gasa que oculta, pero es porosa y deja ver.

Después de años de espera, finalmente hace poco recibió un riñón en trasplante para salvar su vida, si es que la vida puede salvarse alguna vez: momento de gran júbilo para ella. Particularmente destacable es su poema-libro Metamorfosis de la O, donde relata el malestar de una chica obesa que ha introyectado la culpa que arroja nuestra sociedad que banaliza los cuerpos sobre los adiposos, siendo objetos de burla, humillaciones, inseguridades. Cada segmento del poema-libro está escrito en prosa poética; en esta ocasión con un lenguaje más directo, quizá porque el mismo poema así lo demandaba, y puede leerse como un poema narrativo. Al final, luego de la abyección tratada como gusano, la voz lírica se asume de modo subtextual bella, transformada en mariposa ya. ¿Sabe el lector que para que el gusano se vuelva mariposa, se licua y hay un momento en el que, si uno rompe la crisálida encuentra sólo un coloide sin forma y negro? Precisamente tras haber licuado su identidad la voz lírica se asume importante para sí misma y quizá con eso baste para dar un momento de recibimiento a la felicidad que podría llegar alguna vez. O acaso para una mera tregua y detenerse a respirar.

 

Aleqs Garrigóz

Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, 1986) fue un púber que se inició en la poesía para verter su dolor y terminó enamorado de la imagen deformada que ese espejo le regresaba. Publicó a los 17 años, Abyección, poemario muy intuitivo y musical (a veces con una música notable, a veces con una disonancia que no puede ser defecto en un libro que buscaba lo horrendo), una especie del tránsito de la niñez al vacío y la Nada, reconociéndose autohumillado, envilecido, cuando debería estar disfrutando de los dones de su juventud. Desde esta estética dark, experimentó con diversos registros góticos, incluyendo el neorromanticismo.

La soledad, la enfermedad, la miseria, el dolor, la muerte son ejes rectores de sus primeros libros. Sorprende que, habitando una ciudad tropical, sus ambientes sean bosques de coníferas, montañas nevadas, castillos medievales, el Ártico.  Como lector fue influido mucho por el Romanticismo europeo del xix. Usando lenguajes ya más coloquiales dedicó poemas a cuadros patológicos o parafilias sexuales, temas entonces inéditos en la poesía en español: algo así como lo baudeleriano del xxi.

Sus libros tienden a ser breves, como diseñados para leerse de una sentada, al estilo de la Filosofía de la composición de Edgar Allan Poe, y en cada obra ensaya un lenguaje, un estilo, un concepto diferente a pesar de esas obsesiones, a la que se agregarían, luego, paradójicamente, el amor intenso, el erotismo y una sexualidad desbordada.

Si bien es un poeta evidentemente emocional en primer lugar, incluso masoquista, que hace aborda el Mal como categoría ontológica que define al universo, eventualmente ha experimentado con otras lógicas más contemporáneas: el neobarroquismo, el nonsense el camp, el pop, la pornografía e incluso la poesía visual. Ha dicho que su vida real ha estado en su poesía, pues durante mucho tiempo sufrió también la disfuncionalidad que provoca el TLP, malestar generacional. Siendo el narcisismo un componente de las estructuras TLP, cobra sentido que en sus primeros libros dramatice su condición enferma, delirante, regodeándose en autorepresentarse con máscaras.

Durante dos décadas ha producido al menos un libro (tiene libros de poco más de una docena de poemas: más bien plaquettes) por año. Es un especie de freak con identidad nómada y por ello queer, entendido este término en sus planos afectivo/erótico/ sexual/político/ético/estético. Una especie de (auto)exiliado de una sociedad que no puede tolerar su culto, discursivo y experiencial, de lo raro.

Si es un poeta de los márgenes, también es una figura conocida (admirada y repudiada o ninguneada) a nivel nacional y eventualmente sus poemas han sido traducidos a una docena de lenguas del mundo.

 

Tedi López Mills

Tedi López Mills (Ciudad de México, 1959) es la figura tutelar de muchas chicas jóvenes que actualmente están escribiendo poesía. Una frase célebre suya es la de “La poesía siempre va a estar peleada con la poesía”.

Ella es de la idea que el libro que estás escribiendo en ese momento es el único que podrías escribir entonces. Pone elementos de la filosofía en tensión en su poesía, como toda verdadera poesía hace. Escapa siempre del chistorín que se ha vuelto también tendencia en la actualidad. Las nociones de objetividad-subjetividad son muy difusas en ciertas partes de su poesía, pues están concebidas para dialogar con epistemologías (natural para alguien que estudió la carrera de Filosofía entre la UNAM y la Universidad de la Sorbona). Pero también con poetas importantes de la tradición como T. S. Elliot, Octavio Paz, William Calos Williams, Rubén Darío. Y por tanto retornan a los viejos tópicos de la modernidad: la otredad, el cuestionamiento del yo y el nosotros, la alteridad, las verdades y sus fantasmas.

Para algunos ella ha dejado de escribir poesía, aunque nadie podría definir claramente por qué lo que ahora escribe ya no lo es. Tal vez porque a veces es demasiado narrativa o porque produce fragmentos como muñones separados de quién sabe qué cuerpo si es que ese cuerpo existe. A veces, cuando escribe en verso, lo hace al modo de la simpleza de los beatniks, o en versículo, o con blancos a inicio de cada línea para indicar una temporalidad o con la misma anáfora en todo el poema, o en confesión, o en poema-libro, o con la división de un poema en números arábigos o romanos o en letras, o con cursivas para indicar el cambio o alternancia de registros; es decir, formas que fueron vanguardistas en su momento y que ya podrían considerarse hasta canónicas.

Ésta es una fortaleza de la pluma de la poeta: el bagaje literario y lector detrás. Particularmente parece honrar a las mujeres que le precedieron con formas que ellas emplearon: Isabel Freyre, Isabel Quiñones, Dolores Castro, Enriqueta Ochoa y otras que abrieron a golpe de puño un lugar para que las mujeres escribieran profesionalmente en este país.

Si bien ha sido distinguida con el premio “de escritores para escritores” Xavier Villaurrutia, uno de los más prestigiosos del país, tiene muchísimo más importancia el magisterio que ejerce sobre las nuevas voces, más allá del género. Ejemplo de conocimiento de lo hecho y al menos una idea difusa de lo que se quiere hacer nuevo, proponer, sin distinciones de discursos, es decir, sin temor al riesgo, pero teniendo una tabla de salvación a un lado muy segura. Ha publicado tanto en editoriales de renombre como en otras más bien periféricas, o sea, las llamadas “independientes”.

 

Rubenski Pereira

Rubenski Pereira (Ciudad de México, 1977), desde su primer libro La oscuridad es la reina,  propone una estética de lo grotesco a partir de la lectura, asimilación y vómito de los llamados poetas malditos; ha sido un autor que dialoga con estas estéticas periféricas pero con gran honor: el decadentismo, la literatura de la llamada generación X, La Onda, Los infrarrealistas, la poesía beatnik, las letras del rock.

Su nombre artístico, que es visiblemente una mezcla exótica de español y ruso, se lo puso con mucho cariño su amigo Guillermo Samperio, y de allí lo adoptó. Ha estudiado la literatura de forma académica obteniendo el grado de maestro, pero lo que más le importa es producirla. Él se ha investido con la figura del mago, del oscuro sacerdote, del pervertidor, el demonista, del místico a partir de las drogas, del transgresor sistemático, del exotista, como los grandes poetas juguetones con su personalidad suelen hacer. La reinvención del sí mismo.

A propósito del exotismo, tiene unos hermosos poemas escritos a partir de viajes a Estambul o Ámsterdam; y ya se sabrá qué tipo de imágenes se recuperan de tales ciudades, cada una emblemática a su modo: las icónicas, sí, pero pasadas por un tamiz tan especial de un amor por el desplazamiento geográfico pero también por el mental y espiritual, explorado estados alterados de conciencia, expandidos por la misma poesía.

El urbanismo, la ciudad cosmopolita es exaltada lo mismo que la mezquita de una de las religiones más oscuras, porque sabe ver en cada edificación una particularidad que, en diálogo siempre con el interior, provoca una fusión, una sinestesia, mezcla de sentidos en una sola imagen, en un verso. Lo mismo ha hecho como novelista, pero acaso sea la poesía para él ese elixir que arrebata o calma, medicina o veneno, gozo en la delicia pero también en lo ruinoso.

Podría decirse que es un neorromántico también, pero no por el lugar que da a la emoción respecto a la razón, sino porque lleva esta experiencia del límite de los románticos a un nivel existencial, es una amante de la noche y sus secretos, todo lo puede seducir y encuentra en la palabra un regreso al corazón del cosmos, una religión primitiva pero verdadera, una búsqueda de los bordes. Es el flâneur, pero también el galán, el doliente, el bohemio, el hiperestésico, el intrépido, el arriesgado, el truhan: todos esos paradigmas masculinos que el romanticismo exaltó, pero sólo que en su caso lo es de una forma actual, propositiva ya que, por otro lado, dialoga con vanguardias: el expresionismo, el surrealismo y la psicodelia. Lo que hace su poética muy interesante. Razón quizá por lo que ha sido incluido en una infinidad de antologías nacionales e internacionales.

Coral Bracho

Coral Bracho (Ciudad de México, 1951) es considerada por los lectores más especializados de poesía como una semidiosa. Desde su primer libro, Peces de piel fugaz, ya se prefiguraba su gusto por lo sensitivo, por imbricar todos o varios sentidos del cuerpo al mismo tiempo en unas solas construcciones sintácticas; pero es en El ser que va a morir, libro merecedor del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, que lleva esto al límite, dislocando además la sintaxis de tal forma que un poema acaba incluso en punto y coma.

Los conocedores entienden que, a pesar de no mencionar partes del cuerpo o los típicos símbolos del erotismo: las uvas o el vino, el incienso, el queso, los bálsamos, las fresas, los zumos, la primavera, los gatos, etcétera, es un libro extremadamente erótico que une no al ser humano con otro sino más que eso: con la naturaleza, con la Tierra. Por eso abundan limos, secreciones, minerales, musgos, y elementos múltiples de la naturaleza que tienen una fuerte significación para los sentidos, todos, y sin estar tan choteados por la poesía.  Aún más: esas asociaciones entre palabras producen un sobresalto, un gozo lingüístico por reconocer no sólo una sensibilidad exiquisita, sino una pericia del manejo retórico.

Adolfo Castañón escribió “Aquí otra cosa: Coral Bracho”. Tal libro en concreto es un ícono, se han hecho interpretaciones y sobreintepretaciones de su título y es uno de los libros de dicho premio que no ha envejecido y sigue atrapando lectores para el sacerdocio de esta mujer quien ha inspirado en sus búsquedas a otras mujeres que más bien son su escuela.

Ha publicado otros libros donde se percibe una forma casi sobrehumana de manejar el lenguaje desde otras estéticas, pero siempre teniendo al erotismo entre sus artes más decisivas. Ese espacio, ese jardín es un poema-libro, merecedor del Premio Xavier Villaurrutia, relata crípticamente una especie de boda o ritual amatorio, y en el cual cada línea es paladeable una y otra vez: se está ante una maravilla, ante el poder taumatúrgico de la palabra que excita al amante fino. Leer tal libro en voz alta, entre un grupo de amigos íntimos y con un vino que agudice los sentidos, es una experiencia casi sobrehumana.

No hay nada que entender allí:, todo llega dado por el placer; sí: es un libro que exalta no el trágico deseo sino el placer, esos misterios por los cuales conocemos al mundo. El placer que deja un bello recuerdo y aquí, en este poema, una recursividad infinita, pues en cada lectura nos fijamos en algo diferente, encontramos otra novedad, advertimos un detalle que magnifica el momento. En ese sentido puede leerse como poesía religiosa o mística, pero en el mejor de los sentidos profanos.

 

Balam Rodrigo

Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, 1974) es en la actualidad una de las presencias más sólidas en la actividad poética del país. Habiendo estudiado Biología en la UNAM, recupera algo del imaginario natural (el mar, ciertos vegetales y animales) para no dejarlo morir en la poesía de actualidad en la que ya escasean estas referencias porque, o no convivimos con ellas o están tan amenazadas por la extinción que sólo en zoológicos o jardines botánicos podríamos verlos de lejos.

La inspiración en la naturaleza es observable en bastantes de los títulos de sus libros de poesía. Del 2005 a la fecha ha ganado tantos premios y distinciones que es un autor que amas u odias, sin haberlo leído, por esa suerte de prejuicio que aureola a los artistas cuyos nombres suenan una y otra vez por aquí y por allá. Sus disertaciones públicas hacen notar de modo indudable que no sólo está familiarizado con la historia de la poesía en español de todos los tiempos, lo cual incluye su interés por la poesía joven que se está escribiendo en México, sino con teorías de crítica e interpretación.

Dichos intereses se proyectan en su creación poética, pues en su casi treintena de libros de poesía se nota el afán de una redondez, la persecución de un ideal a materializar en el libro en concreto que estamos leyendo, sin temor a fallar, y encontrando que, si falla, ese fallo es tan humano que lo hace resplandecer ante Dios. Pues la religiosidad es uno de los temas que ha abordado, habiendo estudiado teología: ese abrevadero del que pocos saben que es una especie de ciencia poética.

La raigambre a la tierra es otro de sus tópicos. Y la defensa de la tierra y la humanidad lo han llevado también a la poesía social, tocando temas como la migración, la pobreza, la memoria colectiva, el testimonio, el poema como una revolución a escala, las tradiciones ancestrales (sobre todo las del continente, sí, continente maya), los mitos primigenios que siguen formando la religiosidad colectiva.

Escribe poesía tanto en verso como en prosa; y en este último caso recuerda un poco a la que fue conocida como “Prosa de Guadalajara”, una especie de apropiación jalisciense del exquisito poema en prosa francés, pero que en Balam Rodrigo adquiere no una intención esteticista, sino una orientación más cerca al hombre y la mujer de a pie.

Ganó el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018 por El libro centroamericano de los muertos, donde se tematiza el martirio que supone el éxodo de los centroamericanos, nuestros hermanos, en su paso por nuestro país. El poeta busca el asombro, y el lector no queda indiferente. Para él un libro de verdadera poesía no se olvida, pues si deja sin sorpresa ni escozor al lector, entonces algo  hace mal como poeta.

Roberto Buendía López.
Egresado de la Licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Photo by Miguel Urieta on Unsplash

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