Fotógrafo: Luis Antonio Santiago Fabián
Nos morimos y nos callamos cada día un poco más, preferimos la indiferencia a la vulnerabilidad de sentirse mortal, nos entregamos fielmente a las dosis de veneno que nos liberan de la pesada carga del mundo. Sin embargo, usamos palabras entrañables como: “amor”, “justicia”, “amistad”, “esperanza” … ¿Perpetuamos esas palabras santas como recordatorio de lo que nunca seremos? Quizá de lo que fuimos, de lo que añoramos ser, de la lucha que llevamos por romper la inercia del desinterés.
Quién no ama las palabras eclesiásticas tales como: “caridad”, “salvación”, “redención” … ¡”fe”! Y es que quién no quiere ser salvo, quién no quiere ser perdonado y empezar desde cero en una tierra donde fluyan como ríos la leche y la miel.
Nos morimos y sin embargo aquí estamos llenos de palabras que nos acompañan en nuestros momentos más oscuros, llenos de palabras que nos sugieren que, aunque muramos, somos un significante escrito en el corazón de alguien.