Terca la vida a la que nos aferramos,
con tanto miedo a la muerte
que olvidamos como vivirla.
Olvidamos el ciclo de un atardecer,
la complejidad en una sonrisa
y la fluidez de un te quiero;
olvidamos, como si todo fuera hoy,
y pudiera repetirse una y otra vez.
Hasta que se va,
se pierde en el tiempo
lo etéreo se vuelve tangible,
y la incertidumbre nos carcome el día.
Olvidamos la belleza escondida en un suspiro,
el cansancio de una caminata,
y el tacto accidental que puede provocar una mirada;
olvidamos, que vivimos de recuerdos
que forman nuestra identidad cambiante.
Terca la vida a la que nos aferramos
con tanto miedo a la muerte
que olvidamos como vivirla.