Tortuga y pantalla-mar por Joan Carel

LeopoldoSmith/ArchivofotoFIC2019

Una pieza de risa en voz alta, dice la sinopsis sobre Doodle POP, y el término aplica no porque el guion o el montaje lo indiquen, sino porque las risas bullen incontenibles en las butacas desde el principio y hasta el fin de la función. Es un espectáculo dirigido a los niños, pero eso no importa, pues Brush Theatre, de Corea, logra sorprender y emocionar por igual a los grandes.

El telón está abierto y el escenario es sencillo, con sólo una gran mampara blanca al fondo, a la izquierda un teclado y a la derecha un mesa con un micrófono y una Mac. Entre los pasillos, dos personajes, chico y chica, saludan a los asistentes que poco a poco toman su lugar. Camisa blanca, pantalón negro, pizarrón blanco, tinta negra y muchos “¡hola, hola!” son la invitación para garabatear. “Esta es mi cara”, dicen sobre el círculo que llevan trazado en una tabla, “¿puedes dibujar…?” y señalan sus ojos, sus orejas, su boca, su cabello, su nariz… La gente, emocionada, acepta el reto y, cual cadáver exquisito gráfico, completan los retratos justo antes de la tercera llamada.

Menos es más, inclusive para la cultura absolutamente digital del país asiático invitado, pues, a diferencia de la súper producción esperada, pequeñas dosis de animación en sencillas líneas, graciosas interjecciones y pantomima, dotan el espectáculo de una fantasía sorprendente.

Primera escena: el alegre hombrecito dibuja la silueta del cuerpo de un niño sobre su pizarrón; enseguida su cabeza se pega a la tabla, de la cual emergen sus manos y luego sus pies. Segunda escena: la pantalla del fondo se enciende, pero pronto se apaga; el muchacho dibuja un par de botones “on/off” y disfruta de las sombras a contraluz. Su amiga también descubre la pantalla, dibuja nuevos botones, pero la luz sólo permanece de un lado, por lo que una traviesa disputa, siempre acompañada con alegres notas del teclado, inicia entre los dos.

Juntos juegan con sus marcadores y la mágica pantalla se apropia de sus trazos prolongándolos mediante la animación. El primer descubrimiento ocurre con un círculo que en segundos se transforma, de extremo a extremo del rectángulo, en una pelota gigante de ping-pong. Después, los amigos juegan con una linterna de mano y trazan en la parte superior una lámpara que se enciende en automático. Con unas cuantas líneas en zig-zag, el círculo se convierte en huevo y de él nace una pequeña tortuga que pasea por todo especio iluminado.

“¿Dónde está la tortuga?”, se interrogan los personajes preocupados, mientras hacen garabatos que se transforman en la materia gris al interior de una cabeza; su globo de pensamiento aparece de repente enunciando “extraño a mi tortuga” y del contorno del rostro resbalan algunas lágrimas. Con ayuda de las tintas, éstas se convierte en mar y surge un nuevo pez amigo, cuyo nado intrépido se prolonga fuera de la pantalla transfonmándo instantáneamente su cuerpo de dos dimensiones en un lindo títere de teatro negro.  En la pantalla de nuevo, los jóvenes lo atrapan con una bolsa de plástico, pero es tan fuerte que se libera y regresa al blanco mar.

La tortuga reaparece como una enorme sombra y lleva a la chica de viaje por las profundidades marinas. Una ballena que exhala serpentinas encuentran durante la travesía; la tortuga regresa chiquita y nada veloz tocando una trompeta para celebrar. “¿Dónde está la tortuga?” que de otra vez ha escapado; continúa la aventura entre las olas en busca del amado reptil.

“¡La tortuga, la tortuga!”, gritan los niños señalando al títere en el marco de la mampara. “¡Tortuga!”, gritan también los personajes y entre risas corren por el escenario con su querida amiga, mas ambos saben que no pueden conservarla y en la pantalla, ahora playa vertical, le dicen “vete a casa, tortuga, bye, bye”.

Los niños, con o sin motivo, se destornillan de risa de vez en vez, pero más que los pequeños, son los adultos quienes están felizmente conmovidos por tan sorprendente lección sobre la belleza de la sencillez. Lo que no se ve, aunque es lo que se aplaude, es la disciplina de los artistas para lograr una sincronía perfecta con la animación, así como el montaje y la ejecución tan limpios, capaces de, con total naturalidad, hacer del juego la actividad principal.

Brush Theatre
Doodle POP
24, 25 y 26 de octubre de 2019
Auditorio de Minas

Fotografía: cortesía FIC

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