Yo brindo, brindo a diario, por aquella vieja promesa que siempre ha de cumplirse, el premio y la condena de la que nadie puede excusarse. Brindo por ti, dulce amigo de los que no cuentan un día más, amargo conocido de todos, a quien todos miran de lejos, pues pocos se quieren acercar a ti.
Eres el Morfeo eterno que apacigua el alma y da descanso a nuestro cuerpo, el Guadañero que susurra el viento helado y destaza miembro a miembro. Provocas en mí un sentimiento cuarteado y un cúmulo de llanto, llanto y llanto, cuando no soy yo el elegido por tus lazos, cuando tu dulce abrazo se aleja y no me tomas de la mano, cuando te siento cerca y no me has dado el tiempo necesario para disfrutar de tu ausencia. Innegable tu presencia desde aquel día en que recibí el primer azote. ¡Escudriñas mi vida y estoy muriendo a diario!
Tú no vas tras mí ni tras nadie; nos das ventaja y buscamos alcanzarte. El tabú de un mundo y el santo del que ya no puede más, la puerta grande, la salida fácil, el fatídico final y el glorioso premio del que ve culminar su cuento. El “flashback” de días, meses, años y décadas en un efímero segundo, una vida entera disfrutada, pero al final termina bajo tierra.
Me he preguntado tantas veces si es verdad tu velo negro y tu cuerpo demacrado, o si serás aquel ángel turbio y odiado en vida, pero amado en el lecho de tu llegada. ¡Yo no sé nada!
Aunque brindo a diario, porque no has de llegar y tampoco has de irte. No eres fin ni parte y no te entiendo, y aún así, cada parte de mi cuerpo es el reflejo de tus pretextos para no acabar con todos, bajo la excusa de que todo llega en su momento. Y yo lo siento como un volado, donde sale cara y cara y cara, siendo el sello el lado más honesto. Un mal momento, una mala racha, una vida valorada o una vida que puede ser desperdiciada. Donde lo único seguro es que terminaremos siendo amantes, terminaremos estando unidos.
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IG ph.pollis
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