Una Julieta vestida de azul por Joan Carel

Cortesía FIC: Jacqueline Reynoso

Esta reseña sobre el concierto de Julieta Venegas se proyectó de una manera distinta a lo que fue, centrada solamente en una noche surreal ante una estrella cuyas canciones han sido el soundtrack en momentos canónicos de la vida desde la niñez.

Algo similar sí fue la experiencia de la comunidad de la Universidad de Guanajuato (UG) un día antes en la Sede Marfil, o del público transeúnte por la mañana en la zona de la Alhóndiga durante los ensayos, aunque la mayoría de estos, seguramente, no recuerdan la primera vez que la voz de esta cantautora tijuanense sonó en la radio.

Una amiga mía de la prepa, su primerísima fan y con un estilo igualmente amigable y relajado, proclamaba siempre que su ídola era absolutamente hermosa. Y sí, Pamela tenía razón; quien tenga dudas puede buscar los videos de promoción en los ensayos con un outfit holgado en tonos pistacho y crema, más sus lentes de sol negros con armazón blanco y, lo más importante, su bella sonrisa.

Hace años que el escenario del Festival Internacional Cervantino no veía una fila tan inmensa desde las primeras horas del día, conteniendo las ansias en crecimiento caótico por ganar un lugar. Con código de registro gratuito para las gradas, con boleto para la sillería o sin ninguno, solo las muchas ganas y una férrea voluntad para estar y ser parte.

La enorme cantidad de gente bloqueó la calle, bien posicionada en el sitio que consideró adecuado y sin intención de moverse a ningún lugar, ni siquiera para dar acceso a quien necesitaba ir a trabajar. Hace tanto que este pueblito no alojaba ese tipo de esperanza (o tal vez sí, pero no en el festival; tal vez en diciembre del año pasado con un guapo cantante mexicano, pero en una plaza más amplia y sin tantas complicaciones).

Faltan casi dos horas y ya no hay lugar, pese a algunos huecos por descuido en el acomodo que podrían haber dado cabida a muchos. La tensión colectiva impera al borde de algún episodio de violencia que, según los reportes de un par de testigos atascados entre la muchedumbre, no ocurrió gracias a las alianzas comunitarias, aunque su falso sentido social era más bien una búsqueda del beneficio propio. Nadie quiere moverse; todos quieren entrar. 

Segunda llamada. Los músicos de la Orquesta Sinfónica de la UG (OSUG), dirigidos por Inés Rodríguez en esta misión, comienzan a posicionarse. No está la agrupación completa, pero sí con los integrantes suficientes para crear una velada refinadamente memorable.

Con un vaporoso vestido azul, la hermosa Julieta aparece en escena para disfrutar la música y contagiar su amor mientras baila, tan libre como siempre. Las ondas de su falda dotan un aire onírico a su presencia, cual hada nocturna.

Cortesía FIC: Carlos Alvar

En total sintonía con la emoción, la orquesta da vida a Ilusión con una atención plena por parte del público, quizá asimilando la realidad frente al inconfundible canto de la artista.

Pronto, el embeleso cambia por euforia al tomar ella el acordeón, que la ha acompañado por décadas, para interpretar Andar conmigo, uno de sus primeros hits internacionales de aquel álbum de 2003 donde porta un vestido de novia, tierna y traviesa.

En ese mismo ambiente, fue el turno para Algo está cambiando, pieza representativa en la adolescencia de muchos, dando paso a un tema más maduro: Dos soledades.

“Regresa, por favor”, rogó una voz femenina desde la calle, mientras las cuerdas y los vientos creaban una atmósfera similar a la de un cuento de princesas. Así llegó Lento, con las luces revoloteando sobre el inmenso público cual ingenuas luciérnagas.

“Cargar esos dolores es lo que nos hace ser quien somos y es, también, parte de la belleza de nuestra humanidad; por eso, a veces, dan ganas de volver a ellos”, dijo Julieta como introducción a La nostalgia. “Déjala vivir porque es parte de ti”, versa sabiamente como uno de los aprendizajes obtenidos por la artista a largo de sus 54 años.

Un dulce regalo para el público fue el estreno de Callaron las canciones, acompañada por el Coro de la UG, homenaje a una amada amiga, cuyo privilegio será resguardado por cada uno de los jóvenes con el mismo gozo visto a través de la pantalla en sus semblantes.

Cortesía FIC: Jacqueline Reynoso

La repetición de la frase que da título a la pieza (quizá como la negación en un proceso de duelo) muestra un rasgo común en la poética de la compositora no tan perceptible, donde el lamento encuentra voz en sonidos y melodías alegres, no como antítesis sino como resignificación de las formas en que es posible experimentar la vida, pues lo mismo ocurre en coros de otras canciones, donde la enunciación prolongada de una vocal, como la “u”, se percibe como liberación de un dolor o una queja que surca los vientos con suave cadencia.

Además, la música de Julieta también obtiene su inspiración de las personas que han acompañado su camino, como la composición de Gustavo Herrera, Esta vez, hecha para la artista en 1997.

“Cuéntame el final feliz”, coreó afinadamente el público, parte de la canción A donde va el viento, la cual integra la banda sonora de la serie Nadie nos va a extrañar, ambientada en 1994, año en que muchos de los más apasionados seguidores de la cantante apenas nacían.

La participación de su banda en ese momento aportó la esencia de rock alternativo tan distintiva en su discografía. En unión con la orquesta, el sonido fue aún más interesante, como la actuación de la tuba a manera de percusión simultánea a la batería.

Cortesía FIC: Carlos Alvar

Mismo amor trajo al recinto los beats ochenteros, evidentes en la frase “no, no, no, no, no”, que se ligaron a Eres para mí, mientras la memoria recreaba la secuencia de una despreocupada Julieta caminando, en 2006, por calles argentinas entre pintorescos personajes y el rap de Ana Tijoux. “E-res  para mí, yo soy para ti”, cantó el público a capella y fiel al gesto del icónico baile con los hombros y las manos.

Cual entrada de caricatura clásica, la música orquestal presentó Limón y sal (muy ad hoc al videoclip del incomprendido hombre lobo cuando fue lanzada), enfatizando la calidad que hace tan prestigiosa a la OSUG. Esta es la tercera presentación de la agrupación en el 53 Festival Internacional Cervantino, lo que la convierte, al menos en esta temporada o por lo menos en esta noche, en la más famosa orquesta de la comarca.

Me voy fue la comisionada para la despedida con acordeón, banda y orquesta creando magia pura. “Me despido de ti y me voy”, dice, pero eso solo fue el preámbulo para un set de cinco canciones más con Julieta, su acordeón y su guitarra: Despechada mexicana, en alusión a la herencia de José Alfredo Jiménez; Caminemos el camino, que encendió la fiesta entre el público; En tu orilla, inspirada en la poesía del chileno Raúl Zurita; Esperaba, vestigio de una joven y sus sueños ante la vorágine del mundo; y El presente, como cierre magistral y la firme promesa de volver a este lugar.

¿Que si fuimos felices? ¡Claro! Cuán dichosos nos hace el Cervantino de vez en cuando.

Cortesía FIC: Jacqueline Reynoso

Julieta Venegas con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato
23 de octubre de 2025
Explanada de la Alhóndiga

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