VIII. Fist por Luz Atenas Méndez Mendoza

Elliot caminaba por la calle con la mirada perdida, y agarrada a su brazo estaba Jacq. El club era un lugar que se iba a convertir en algo de necesaria frecuencia para él, sólo por el gusto de verla, pero no había ido hacía tiempo e ignoraba cómo estaba Landon; no sabía si agradecerle por los boletos de viaje o recriminarle por el plan que les había trazado a ambos, aunque eventualmente terminaría agradeciéndole de sobremanera porque ahora tenía una relación más sólida con Jacqueline. Ella era una joven que, sin necesidad de mucho maquillaje, sin tener que comprar vestidos caros ni usar brillantes collares o aretes, le encantaba por ser ella; era directa en el momento justo y callaba y mimaba cuando era necesario. Se había enamorado de ella y ahora le encantaba verla dormir justo cuando él debía levantarse para comenzar su día.

 

Esa era una parte que no le gustaba mucho de su nuevo noviazgo: ella no era una persona que quisiera levantarse con los primeros albores de la mañana, mientras que él lo veía demasiado necesario; pensaba que perdía el día con dormir una o dos horas más, así que cuidaba mucho su rutina antes y después de dormir, con el fin de no perder mucha energía en caso de dormir menos que lo planeado.

 

Le gustaba evitar el café, pero lo bebía de ser necesario. Jacq, por otro lado, pedía una taza de café sin azúcar en cuanto se levantaba; era su manera de decir al mundo “¡Buenos días! Estoy lista para lo que venga”, y es que después del incidente con Oliver todo era un reto. Ya no se fiaba de muchas personas, además de que procuraba dejar a Landon a cargo y con la compañía de hombres de su confianza, aunque él siempre se había negado a estar rodeado de hombres más corpulentos que él. Extrañamente, Elliot no le molestaba: se llevaban bien aunque uno tuviera rutina fitness y el otro gustara de fumar un cigarrillo antes de dormir.

 

—Debería dejar las llaves en la oficina, antes de irnos— comentó Jacq, observando cómo caía la tarde y comenzaba la noche, iluminando el oeste del local y oscureciendo el este.

—Tal vez, pero primero quiero saber si tardarás mucho— Elliot inclinó su cabeza para buscar la mirada de Jacq, quien en reacción clavó sus ojos fijamente en los de él, sonriendo.

 

No bien habían cerrado la puerta de entrada cuando escucharon un estruendoso golpe en la oficina; Elliot se adelantó, pasando por encima de la barra como si fuera un obstáculo sencillo, mientras que Jacqueline tuvo que ir al fin de la barra y girar para poder llegar a la oficina. La puerta estaba entreabierta antes de que Elliot la empujara, revelando una extraña escena: Landon pateaba el escritorio y una silla, mientras que al lado de la puerta estaba otra de las sillas, en el suelo, casi seguramente la que había provocado aquel sonido; Landon estaba furioso, con la cara roja de coraje y los nudillos rojos por haber golpeado algo, aunque no estaban ensangrentados. En su furia, no reaccionó cuando Jacqueline exclamó que se detuviera, que qué le estaba pasando y demás preguntas: sólo deseaba descargar su frustración.

 

Elliot alargó el brazo, impidiendo el paso de Jacqueline hacia la oficina, y luego se acercó a Landon, quien arremetió en su contra intentando golpearlo, aún bajo la ceguera de sus furiosas razones. Elliot esquivó al rubio joven y le lanzó un golpe directo al diafragma, dejándolo instantáneamente sin aliento; Landon cayó al suelo, de rodillas, intentando soportar su peso con ambos brazos y recobrando la respiración, mientras que Elliot permanecía de pie a su lado. Jacqueline se había llevado ambas manos a la boca, observando la escena con los ojos humedecidos, al borde de las lágrimas.

 

—¿Pero qué carajos has hecho?— Jacqueline estaba a punto de correr a auxiliar a Landon, seguramente recordando que Elliot había entrenado durante mucho tiempo, pero apenas dio dos o tres pasos hacia el interior de la estancia cuando Elliot alzó la mano hacia ella, con la palma abierta, indicándole que se detuviera —…¿Qué?

—Está bien— espetó Elliot, sin dejar de ver a Landon —, sólo lo incapacité. Tendrá un dolor enorme, pero estará bien— se puso en cuclillas, poniendo una palma en la espalda de Landon, quien respiraba profundamente —¿Landon?

—Q-qué… q-qué demonios…

—Hombre, debía hacerlo, no sabemos qué te pasa— Elliot ayudó a Landon a levantarse y acto seguido lo sentó en un sillón que había a un lado de un librero, a la derecha del escritorio, tomando asiento a su lado.

 

Jacqueline tomó la silla que estaba tirada y la acomodó frente a ellos, observando a Landon; sus ojos estaban vidriosos, como si quisiera llorar, y se notaban cansados. Tomó aire profundamente y comenzó a hablar.

 

—Soy millonario.

—¿Qué carajos dices? ¿Y por esas mierdas me destruyes la oficina?—Jacqueline no sabía si alegrarse o enfadarse con Landon. Se volvía muy mal hablada cuando estaba enojada y, con justa razón, con él podía ser así debido al tiempo que llevaban de conocerse —¡Deberías estar alegre, Landon!

—No quiero ese dinero— Landon desvió la mirada.

 

Elliot no sabía qué hacer al respecto. No comprendía la situación. Sabía, por Jacq, que Landon había estado trabajando duro para poder poner un local y vivir de ello; tenía entendido o al menos pensaba que si Landon había tenido la suerte de volverse millonario de la noche a la mañana, al menos no debería tener esa actitud.

 

—¿Qué dinero? ¿Es eso? ¿Eso?— Jacqueline se puso de pie, mirando inquisitorialmente a Landon, como si pudiera fulminarlo con sólo observarlo.

—Sí…— Landon asintió. Jacqueline abrió los ojos con asombro y se dejó caer en la silla. Landon tragó saliva y prosiguió —Para esto, mi padre ha muerto. Creo que es algo bueno, pero sí debo ver a mi madre.

—¿Vas a ir?— preguntó Jacqueline, mirando a Elliot, quien permanecía en silencio, observando cada movimiento de Landon.

—No solamente yo— tomó aire profundamente, luego tragó saliva; puso su palma derecha en la boca, como si quisiera callar lo que estaba a punto de decir y al final, bajando la mano, prosiguió —Tengo una hermana— dijo aquello, abriendo los ojos de más y dejándose caer hacia atrás, lanzando un leve gruñido por la molestia del golpe al tiempo que se llevaba la mano izquierda entre los pectorales y el abdomen.

—¿Quieres hablar de esto ahora?— respondió Jacqueline.

—Sí, mira, hombre, creo que puedo irme, no sé qué— Elliot miró a Jacqueline y estuvo a punto de levantarse, pero Landon le puso la mano en el hombro y lo observó.

—Creo que puedo contar ya la historia completa— miró a Elliot, luego a Jacqueline —Ella sabe un poco— dijo, refiriéndose a Jacqueline—, pero no tengo problema en que lo sepas, digo, ya no es como que deba estar escondiéndolo más. Creo que he dejado muy en claro cuánto me molesta, pero debo aceptarlo, y qué mejor manera de hacerlo con que conozcas mi historia previa. Además, eventualmente ambos la conocerán, porque viajamos juntos dentro de poco. No es algo que a ella le agrade, supongo, porque no brincó exactamente de alegría al enterarse de la noticia…

—¿Y cómo te enteraste?— preguntó Jacqueline.

—Nos enteramos al mismo tiempo…— Landon soltó a Elliot, de nuevo respiró profundamente y prosiguió —¿Recuerdas a Eric? Es el doctor con el que iba por mi tratamiento…

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