X. Riot Por Luz Atenas Méndez Mendoza

X. Riot

 

Ashley sonrió. No era común hacerlo luego de lo acontecido, pero deseaba dejar eso atrás con una mirada y un sentimiento que no le hiciera cargar pena ni dolor; sabía, en el fondo, que no podía hacer nada más: se había despedido de Eric por propia voluntad. Prefería que su fantasma no la atormentara en el futuro y pensaba que había perdido demasiado tiempo esperando por una respuesta que jamás llegaría. Conocía a Eric: había vivido con él y sabía hasta la medida exacta en el café matutino, pero no podía seguir con ello.

 

—¿Qué pasó con eso de fugarnos?— la voz de Eric rompió sus pensamientos.

—No hay un “nosotros”, ya. Sé que lo sabes— Ashley volvió a verlo y negó con la cabeza sin dejar de sonreír —, sé que sólo lo dices porque ya no me sientes segura.

—…— Eric suspiró. Sus manos sobre el escritorio estaban extendidas, tocando con cada dedo una parte del frío metal. Sus ojos se nublaron, por un breve instante, mientras observaba el reloj que colgaba en la pared —Es casi medio día. ¿Lo esperarás?

—Es mi hermano. Le dije que lo vería luego de su revisión y todavía no escucho a tus asistentes tocando la puerta, trayéndolo de regreso.

—Quédate un tiempo. Sabes que me es difícil decirlo.

—No debo.

—Pero quieres, ¿no?

 

Desde el otro lado del escritorio, sentada en una silla, Ashley lo observaba con los brazos cruzados; su cabello caía por los hombros y las piernas estaban igualmente cruzadas, cubiertas por un pantalón de mezclilla negra. Los botones de su blusa negra hacían juego con un broche que llevaba en el cabello.

 

—Nunca pensé ver tus piernas cubiertas— Eric comentó para romper el silencio —, te sientan bien los pantalones. Aunque te prefiero sin ellos.

—Para, para ahí— Ashley levantó una mano y clavó su mirada en la de Eric —Sabía que esto sería complicado, pero no pensé que sería demasiado para ti.

—No lo es. Sólo quería comentarlo— Eric se recargó en el respaldo de su silla y entrelazó los dedos de las manos frente a él, respirando profundamente —, ¿qué tiene de malo que te diga lo que pienso? Siempre te gustaba que te lo dijera.

 

Ashley se levantó de la silla y caminó por el consultorio: observó un librero que tenía Eric en la estancia, el mismo que ella había observado la primera vez que la recibió en aquél lugar, mientras esperaba a que ocurriera lo inevitable, como la chica inocente que una vez fue; había llegado a la ciudad con una sola encomienda y en el camino se había tropezado con un trabajo bien pagado y de final incierto, del cual Eric le había sacado. Desde entonces, ambos habían estado juntos; no pasó mucho tiempo para que ambos compartieran la cama y Eric le diera a conocer los juegos de los ricos y degenerados de la ciudad, instruyéndola mientras la cuidaba, y vaya que la cuidaba bastante.

 

La primera vez que tocó su piel fue con cuidado. Ni siquiera recordaba haberlo tomado su mano la noche que lo conoció, sino hasta el día siguiente, cuando él le pidió que acudiera para realizarle un chequeo “de rutina”; claro que fue atendida por él y todos los estudios supervisados y realizados por sus manos, pero todo fue con extremo cuidado. Ahora, después de tanto tiempo sin esa rutina, Ashley se sentía aliviada.

 

—¿Qué clase de tratamiento tiene Landon?— preguntó Ashley sin apartar la mirada del librero.

—¿Te he dicho que comparten muchas cosas?— comentó Eric.

—Claro, debe ser, somos hermanos, todo mundo lo diría, nos parecemos y todo— Ashley volvió la mirada hacia Eric —¿Qué tratamiento tiene?

—En realidad… Sólo busco factores que alteren algo en él. Pero nada.

—¿Qué dices? Es como si fuera un conejillo de indias, ¿es eso?— Ashley caminó hacia el escritorio sin apartar la mirada de Eric —¿Qué haces? Debes estar loco.

—La verdad es que sí— Eric tomó aire y prosiguió —: recuerdo que nunca te vi hacer ejercicio y, nena, tienes muy bonito cuerpo. Pero eso no era todo: el alcohol no te emborrachaba en seguida, algo que pensé sería genético por lo que dicen de las personas con los ojos claros, algo que no quiero tardar en explicarte aquí. Deberías buscar eso en internet…— Eric posó ambas manos en los brazos de la silla y se levantó —Ambos fuman, o fumaban, ¿sigues fumando?— Ashley lo observaba con desdén, a lo que Eric hizo un gesto con la mano siniestra, señal de que no le daba importancia —Revisé sus pulmones y no están tan dañados, contando la cantidad de tabaco que fuma; además, no sube de peso, como tú, y tampoco se emborracha tan fácilmente. Su ritmo cardíaco no aumenta estrepitosamente al correr o hacer otro tipo de ejercicio, y cuando le hemos hecho pruebas de sangre y buscado la cicatriz de la anterior aguja, es leve, un punto en la piel, casi nada. No sé que tengan ustedes dos, pero eso te hacía perfecta candidata para otros estudios— Eric se encogió de hombros y ladeó la cabeza un poco —… Pero tenías que irte de mi lado, claro, porque mi familia no te quería como yo te quería. Así que tuve que recurrir a la promesa que te hice, de ayudarte a encontrarlo.

—Debes estar bastante loco para decir eso. No es el gran descubrimiento, ¿sabes?— ashley respondió un poco irritada, molesta por lo que escuchaba.

—Sí, lo sé, pero así estabas enamorada por mí. Eso ya está en el pasado— Eric dio unos cuantos pasos hacia el lado del escritorio—. Ahora él quiere continuar y quién soy yo para negarme a seguir con ello. Recibe buena paga, no que la necesite ya, pero no quiero pensar que no es una inversión.

—Estarás tirando ese dinero a la basura. Él sabe que es una rata de laboratorio y pronto se cansará— se alejó unos pasos del escritorio, con los brazos cruzados —¿Estás satisfecho?

—La verdad es que no, pero debo trabajar con lo que se me da— Eric entrecerró los ojos, torciendo los labios un poco —No me faltaba mucho para saber si darías hijos perfectos, pero creo que ya no es posibilidad, ¿cierto?

—Está claro que estás loco. Todas esas teorías de perfecta genética deben ser tonterías, al menos para nosotros— Ashley respondía de manera seca, enfadada, pero no deseaba alzar la voz hacia Eric —. Debe ser algo que consume, la dieta que lleva, no sé.

—Créeme que lo he visto todo. Llevo tiempo ya con él metido en el laboratorio, siguiendo dietas, rechazando dietas, llevando la rutina de alimentación de un pordiosero y de un rey, y nada cambia: todo da el mismo resultado— Eric se acercó poco a poco a Ashley —¿No lo entiendes? Muchos matarían por tener su genética. No sé en qué parte de este extraño universo es posible, y quiero averiguarlo, pero todo me lleva a eso: su genética.

—Espero que te hayas divertido con tus juguetes, Eric, porque esto es el colmo. No puedes andar haciendo eso como si fuera una clase de biología que debes aprobar— Ashley se giró, decepcionada del hombre al que una vez había amado. Dio unos pasos, alejándose de él, y respiró profundamente. Estaba claro para ella que no lo quería, más.

 

Se escucharon toques en la puerta. Acto seguido, ésta se abrió e ingresó a la estancia una joven con bata blanca, quien observó a Eric inmediatamente.

 

—Ya está preparándose. Los resultados se están preparando, pero se los traeré después— comentó la joven, sin alzar mucho la voz, cerrando la puerta mientras salía.

—¿Ves? Todo está controlado. No deberías preocuparte. Tenemos profesionales aquí. Lo sabes. Estuviste aquí— Eric retomó sus pasos hacia Ashley, poniendo ambas manos en sus hombros una vez detrás de ella, bajando el tono de su voz —Coneja, sé que no te parece, ¿está bien? Comprendo que es difícil verlo desde mi punto de vista, pero es algo que revolucionaría muchas cosas.

—Es algo que no quiero. No puedes seguir con ello.

—Aún así, si él decide continuar no puedes decirle que no. No puedes imponerte— Eric acercó sus labios a la oreja derecha de Ashley, apartando un poco su cabello y bajando el tono de voz —No puedes controlarlo todo, y lo sabes.

 

Ashley se apartó en seguida de él, girando su cuerpo para volver a verlo, y se acomodó el cabello. Le costaba mucho reconocerlo, pero era la verdad.

 

—¿Por qué no fuimos a California, como quería?— preguntó Ashley, dejando de lado la conversación. Creía que no podría lograr mucho si seguía cuestionando sobre ese aspecto.

—…— Eric dudó un poco, pero finalmente respondió, luego de unos segundos —Necesitaba alejarte. Es eso. Me había involucrado tanto contigo que ya no quería hacer este estudio si tenía que ver directamente contigo, si necesitaba hacer las pruebas contigo, si tenía que verte en las camillas, vistiendo como una paciente más, sabiendo que era sólo un experimento— tomó aire profundamente y prosiguió —Me era más fácil terminar la relación y que me odiaras a escucharte decir que lo harías por mí. Me enfermaba pensar, cada que te veía entre las sábanas, que algo podría salir mal y tendría que cubrirte hasta el rostro con una de ellas; por eso nunca lo pedí, pero tuve especial atención. Y encontré la manera de alejarte: conocer a mi familia. Sabía que nadie es perfecto para mí, desde su perspectiva, y por eso insistí tanto en ir a Reno, en dejar la vida en la ciudad unos días. Sabía que uno no sería suficiente: quería que vieran que, aunque eres perfecta, no te aceptarían y buscarían cualquier absurda excusa para hacerte sentir incómoda, para lograr alejarte. Porque, tal vez, son harpías, pero son unas harpías muy útiles…— Eric tragó saliva— En este caso lo fueron.

 

Ashley lo observaba con tristeza; pensaba dentro de sí que tal vez, por tanto amor que le tenía, le habría permitido cualquier cosa. No hubiera sido nada diferente a la relación sentimental que tenían, donde se veía como neófita cada que él le proponía algo, pero sólo habría cambiado de lugar. Estaba segura de que le habría dicho que sí, por su estúpido deseo de querer hacerlo feliz, pero ahora que había estado lejos de él sabía que no era lo que quería y que no le hubiera gustado al final.

 

—Debo irme. Landon debe estar esperando afuera. Quedamos en ir a almorzar y tengo un trabajo pendiente con Elia— Ashley caminó rumbo a la puerta sin mirar atrás. Deseaba dejar todo eso en el pasado. Antes de salir, se detuvo —Vaya huida que fue, ¿eh?

 

—Vaya huida que fue— dijo Eric, observando a Ashley salir y cerrar la puerta tras de sí.

 

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