Cuando pensé que ya había salido bien librado, que por fin estaba escapando de ese tremendo y profundo abismo del cual creí haber tocado fondo, qué iluso fui. Estuve cerca, pero me cegó el fulgurante exterior; quemaba como mil infiernos, no veía nada y, de pronto, abruptamente frente a mí, todo se cerró y todo cayó bajo el manto de una lúgubre oscuridad. Estaba en una boca, pensé; me di cuenta de que eran las fauces de algo. Delante de mí estaba tremenda dentadura; tuve miedo y dejé de pensar.
Ahí estaba yo, sumido y hundido en una maraña de pensamientos; mis sentimientos fluyendo como sangre a borbotones por una aorta que ha sido desgarrada, y una trepidante sensación me liquidaba, exasperaba mi alma mientras palpitaba la vena de mi sien; el corazón, pulsación tras pulsación, a tremenda velocidad, cual bólido, y mis esperanzas a ras de suelo. Tuve miles de opciones y decidí lanzarme a las fauces de la bestia, sabía que estaba mal, pero quería ir lo más dentro de la oscuridad que se pudiera.
Cual manzana que cae de un árbol, me dejé caer para buscar cambiar el rumbo del mundo, como camino a una revolución me enfilé a lo más profundo de la oscuridad con la valentía de un condenado a muerte y no tomé contemplaciones, esta vez no pondría límites hasta no tocar el mismo fondo de donde venía. Rápidamente pasé por todos los lugares que ya había pasado; esta vez fue tan fácil recorrer el camino, nada importaba. Cuando menos me di cuenta, pasé y pasé de largo, sin tocar fondo… no había, porque la oscuridad estaba vacía y el vacío no tiene fin…
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IG ph.pollis
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