Existen momentos de inmensa inspiración, ideas que llegan como gotas de lluvia empapando la mente para una nueva creación, éste no es el caso, hoy es uno de esos días en que no sé que escribir pero siento el impulso a hacerlo.
Es una de esas veces en que la creatividad vuela lejos, pero al mismo tiempo se queda aquí, sutilmente aconsejando que debo seguir.
Es extraño, no le encuentro satisfacción a ningún verso que de mi puño, hoy, puede salir.
No le escribo a la vida ni al amor que se fue, ni al amor que va naciendo, no escribo a la luna, ni a la mariposa, ni a la flor, no le escribo a la mujer ni al colibrí, le escribo a la nada, a ese infinito espacio que se apodera de mí, ese glorioso momento que me hace sufrir por no saber siquiera que decir. Quema por dentro, nieva por fuera, la mano que aprieta y luego me suelta, lo que me roba el aire y me lo regresa, una hermosa contradicción que arrebata la inspiración para después brindarle ideas a este pobre intento de escritor.
Una hoja más que arrojo al rincón, otra hora perdida aquí en mi habitación.
Mi cabeza gira, letras revolotean sin fin, palabras llegan y frases se van y yo me voy, me encierro en el interior, a continuar hidratando la sequedad que me domina hoy.