Netflix & ´til por Míkel F. Deltoya

Creo que somos muchos los que recordamos con nostalgia aquella dinámica de acudir a los Videoclubs y rentar por una semana VHS´s de cualquier estreno. También, creo que recordamos con cariño a elementos ahora vintage como el carrito rebobinador; las cajas de Blockbuster blancas con descripciones paupérrimas sobre la película. El pequeño buzón externo donde podías dejar las películas a destiempo, y en el caso de algunos, los estantes de videojuegos.

También la paleta de colores, rojo para estrenos, azul para películas rándom, verde para videojuegos, si mi mente no falla.

A este consumo legal lo podríamos empatar con su contraparte hampona; creo que somos muchos los que recordamos el cómo los tianguis, sobreruedas y mercaditos callejeros se fueron nutriendo de películas piratas, y cómo el Compact Disc cambió de capacidad y hoy observamos DVD´s pirata rezando un 3 en 1 o 4 en 1.

Y si hablamos de otras formas de consumo, pienso por ejemplo en la gente a la que se le ha hecho ya costumbre comprar y comprar películas, en Sanborns, en remates de Mixxup, incluso en los Oxxos o 7 Eleven´s donde de repente te puedes encontrar joyas como Carlito´s way, o Midnight in Paris, a $49.59.

Con la explosión de la primer década de los años 2000 pulularon grandes sitios para consumir no sólo películas, sino series y documentales; me vienen a la mente el primer Cuevana, en donde se encontraban en perfectísima calidad algunas películas increíbles, y nadie las eliminaba, y por nombrar algunos otros sitios del mismo estilo, Pymovie, Pelispedia, o incluso algunas más under como Seriespepito, o Películaschingonas.org, todo esto sin mencionar los torrents, que son otro tema para otro artículo.

Y entre todo lo enunciado, también es increíble cómo el paso del tiempo ha desembocado en la existencia de portales de entretenimiento vía streamming, a saber, Netflix, Clarovideo, Fox Play, y el bulleado Blim, entre otros.

De Netflix puedo decir muchísimo, tanto bueno y malo; hay películas y series fascinantes, algunas originales y por demás, contenido basura. Películas aparecen y desaparecen, estrenos, novedades, documentales, filminas y programas infantiles, y hasta una categoría exclusiva de stand-ups y musicales. De aquí que surja en el argot internetiano el concepto de “Netflix & chill”, cuya más aproximada traducción al mexicano sería “Ir a casa a ver pelis”, eufemismo para el sexo; o bien, con inocencia, para permanecer todo un fin de semana empiernados aventándose alguna serie o algún maratón de películas.

Lugares ahora comunes como “Búsquenla, está en Netflix” o “La pondré en mi lista” son frases que se han adentrado al porvenir del entretenimiento, yo propiamente les recomiendo a mis alumnos de preparatoria el consumir películas y series; decirles por ejemplo que producciones como Los Soprano (que no está en Netflix :’( ) o Breaking Bad son grandes hitos en la historia de las series de televisión, o mencionarles que hay grandes películas como la Lista de Schindler, la trilogía de Volver al futuro, que se pueden aventar un fin de semana. Mencionarles que además de la valiosísima literatura, también necesitamos esa sed de ver y disfrutar el cine.

Este fin de semana se estrenó de golpe la primer temporada de Iron Fist, serie que cierra el sello de las historias individuales de los Defenders y abre el parteaguas a la próxima producción de ese nombre, compararla con las dos sublimes temporadas de Daredevil es injusto, la primera es infinitamente superior, pues ha cambiado por completo las series de Súper héroes (So sorry, Smallville).

Y no hablemos de otras series como Narcos, Stranger things o algunas apropiaciones (es decir, contenido no original) como la última temporada de Arrested Development, o la serie catalana Merlí (no confundir con Merlín).

En una clase de Creación literaria, mi maestra, la poeta Minerva Margarita Villarreal reflexionaba sobre lo que un poeta, cuyo nombre no recuerdo, le había dicho. La discusión en cuestión era el cómo sabía él cuando un poema era bueno o era malo (en ejecución), la respuesta que ella, parafraseando a ese otro personaje, dio, fue: “Para saber cómo sé si un poema es bueno o es malo, tendrías que ver todas las películas que he visto”. Y por ahí va un camino; no podemos comparar con el mismo ojo películas como The Revenant con el cine de Michael Bay, ni Metrópolis con Hunger games, creo que el cine, al igual que la literatura, mantiene distintas gradualidades, pero como todo entretenimiento, y como toda forma de expresión, siempre tiende a un ganar-ganar.

No es como que un Quijote moderno, adicto a las series originales de Netflix, fuera hoy un marginado social, al contrario, sería el alma de la fiesta, rompería el silencio incómodo diciéndole a los demás: ¿eh, quién ya guachó la serie de Dérdevil?, y se escucharían gritos de fangirleo.

 

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