La palabra pogromo deriva del término ruso pogrom. Se refiere concretamente a los linchamientos multitudinarios contra las comunidades judías en la Rusia zarista del siglo XIX. El concepto se ha extendido a otras latitudes, otros momentos históricos y se ha recurrido a él para nombrar los actos de violencia contra distintos grupos humanos también. Su origen, sin embargo, está vinculado a la violencia histórica contra el pueblo judío. Su vigencia es terriblemente actual.
En redes sociales circula un supuesto proverbio ruso: «El judío siempre te contará lo que le pasó, pero nunca te dirá por qué». La frase está en lengua antisemita, permítame el lector traducirlo: “No importa todo el odio y toda la violencia que ejerzamos contra los judíos, siempre estará justificada; los revictimizaremos, mas nunca les concederemos la dignidad de haber sido víctimas de nuestras agresiones; los judíos son, esencialmente, malignos y merecen todo lo que les suceda”. Los recientes acontecimientos en la ciudad de Ámsterdam, Países Bajos, repiten el patrón de los hechos del 7 de octubre de 2023: el pueblo judío es agredido, y en lugar de despertar la consideración del mundo, la empatía selectiva ha atizado el odio en su contra. El ciclo se repite.
Circula la versión de que los israelíes realizaron actos de provocación completamente reprobables. La violencia contra los aficionados del Maccabi Tel Aviv, sin embargo, fue planeada con anticipación en grupos de Telegram. Por lo que, de todos modos, los hubieran emboscado, golpeado y perseguido. La provocación de los hinchas israelíes se vuelve entonces un pretexto para la violencia antisemita. Con el agregado de que la irracionalidad de los agresores consideró que las faltas de respeto de los asistentes israelíes eran equivalentes y proporcionales una golpiza multitudinaria.
Afortunadamente, salvo los lesionados, ningún ciudadano israelí murió. La misión de rescate enviada por Benjamin Netanyahu, devolvió a salvo a todos. Eso también ha levantado la suspicacia de los eternos críticos de la existencia judía: la banalización del concepto de pogromo (tal como puede leerse en este artículo de un medio descaradamente proiraní). Al no haber ninguna víctima mortal, llamarlo pogromo sería, entonces, en exceso autovictimizante. Sin embargo, para el antisemita nada es suficiente. Si hubiera muerto uno, dos o todos, la retórica antisemita encontraría la manera de justificarlo, minimizarlo o relativizarlo. El 7 de octubre de 2023 murieron más de 1200 israelíes de forma monstruosa y eso no ha sido suficiente para los antisemitas, o para el mundo.
Si hay un concepto aquí que se ha banalizado abrumadoramente es el de genocidio. A su tiempo, ya le dedicaré una emisión de esta columna.
Este vergonzoso incidente, coincide casi en el aniversario 86 de la Kristallnacht, o Noche los cristales rotos, la cual, en el contexto de la Alemania nazi, y por sus características, se considera un pogromo. Lo mismo ocurre con la masacre de Hebrón: el ataque de árabes contra un grupo judíos que llevaban siglos asentados en esa localidad cercana a Jerusalén, y cuya destrucción supuso el fin de esa comunidad centenaria durante la gestión del Mandato Británico de Palestina en el territorio del Levante Mediterráneo.
No olvidemos, el 7 de octubre de 2023, en la frontera con la Franja de Gaza, ocurrió un pogromo. No olvidemos también que el mundo ha decidido omitirlo y abandonarse, irracionalmente, al antisemitismo.
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