¿Quién diría que unos días de descanso se transformarían en una fiesta del séptimo arte?
Un hombre joven llega a Guanajuato al encuentro de un amor y la ciudad lo recibe con alfombra roja y un mago creador de aventuras espontáneas: GIFF.
Historias de otras latitudes corren entre callejones y escalones de cantera; por testigo está la luna quien corona las montañas. La ciudad es cine, cine y amor, cine y dolor, cine y rabia, cine y vida, pasión, sueños, sacrificio y esperanza.
El joven corre de la mano de su amada desde el recinto de las musas hasta un lejano panteón. Sólo deben formarse una hora antes para presenciar el encantamiento, aunque a veces fatigue el doble tiempo de espera por el incumplimiento del programa.
¿Por qué hacer cómplice de este viaje romántico a una pantalla? Él y ella ríen, se asombran, enmudecen de vez en cuando llenos de pena y nostalgia. El joven viajante, entonces cinéfilo, se pregunta por qué invertir tantos minutos frente a una imagen en movimiento. A veces espejo catártico; otras, lente revelador de lo desconocido, mas no ajeno; portal de cuestionamiento, de reflexión, de conocimiento, de encuentro consigo mismo y con quien se extraña. Termina la función y desbordan las preguntas e impresiones que comparten en palabras, en gestos, en silencio, y el hombre abre su mente y su corazón ante la joven que ama; juntos sienten, piensan, actúan y filman en el recuerdo su propia película sin fin.
En este festín de anécdotas y personajes, un héroe camaleónico sale de la pantalla. Juan Pérez se llamó en “Un mundo maravilloso” y, con la misma estrella de aquel famoso indigente, esta vez camina al encuentro de un máximo honor bajo el nombre de Damián Alcázar. El joven lo observa, sonríe y se sabe otro yo de ese Juan que ha derrotado a los miedos y fantasmas.
El GIFF languidece como este feliz viaje, pero hay en el joven una certeza: tiene una fiel compañera de butaca con quien planear y cumplir itinerarios complicados, paciente como él para observar de principio a fin los filmes y tolerar las imprudentes luces y ruidos de los hostiles lugareños de la cañada.