Esta tarde en que escriben los pájaros
y yo, desde la efímera juventud
me dispongo a cantarte,
siento que el día se proclama mortal
y el ojo del cielo que arde
se cierra, el otro, lívido, se abre.
Esta tarde en que escriben los pájaros
y yo, desde la efímera juventud
presiento que muero frente al espejo,
que el ocaso es una cicatriz del cuerpo
y ha de redimirse al mediodía
para volver a fallecer
en el nocturno atardecer.