Hola, soy Ale Quezada. Una criatura de 1.54 cm que decidió darle un cambio a su vida, mudándose a la quinta ciudad más habitada del mundo para dedicarse a lo que realmente le apasiona en la vida: tatuar.
Tomo una cerveza con mi laptop sobre las piernas, acostada en el colchón sin cobijas porque las acabo de llevar a la lavandería y nadie me dijo que tardaban tres días en entregarlas (sí, es la primera vez que llevo mis cosas a una lavandería), intentando pensar cómo hablar de mí. Qué difícil es la vida a veces.
Estudié diseño gráfico en la ciudad de Guanajuato, donde viví cinco años y comencé a “ser adulto”. Después de llorar dos años seguidos porque no me gustaba mi carrera y de estar frustrada porque no me estaba dedicando a lo que quería, decidí que era momento de hacerlo. Así que compré mis cositas y comencé a tatuar en mi casa de manera intermitente porque la escuela no me dejaba practicar tanto como me hubiera gustado. Aun así tuve un conejillo de indias bastante incondicional que dejaba que practicara en su piel siempre que era posible.
Poco a poco, más personas se unieron a mi proceso de aprendizaje, dándome la confianza de tatuarlos y que así llevaran un pedacito de mi arte en sus pieles de manera permanente.
Cuando terminé la escuela, la tesis y por fin me titulé, ya estaba segura de que quería seguir por el mundo de los tatuajes. Un día, caminando por las coloridas calles de Guanajuato, alguien me regaló una tarjeta de un estudio justo en el momento en que lo necesitaba. Yo lo interpreté como una señal (porque me encanta creer que en la vida existen cosas que son más que solo coincidencias). Fue así como decidí presentarme en ese estudio en busca de una oportunidad de ser aprendiz. Y la conseguí.
Fue una experiencia más breve de lo que pensé que sería. A pesar de haber estado poco tiempo en el estudio, aprendí bastante, no solo en cuestiones técnicas de tatuaje, sino que también aprendí cómo funciona el mundo laboral y adulto. Conocí a personas dispuestas a compartir conmigo conocimientos que habían adquirido a lo largo de sus años laborales. Entre mucha tinta y cervezas conocí a personas que considero grandes amigos.
Esta oportunidad de conocer el tatuaje de manera profesional me dio el empujoncito que necesitaba para salir de mi zona de confort y buscar oportunidades en otros lugares, porque a pesar de la belleza de Guanajuato y el cariño que le tengo, sigue siendo un lugar que no ofrece lo que busco.
Hay muchos días en los que cuestiono mi talento y deseo que hubiera sido buena para cualquier otra cosa que no involucrara el arte, que me hubieran gustado los números para ser contadora o las leyes para ser abogada y litigar en algún bufete jurídico importante, o mejor ser modelo y que me pagaran por ser bonita y por hacer publicidad de tés detox. Pero al final me he dado cuenta de que en cualquier lugar existe competencia y todos dudamos de nuestras capacidades en algún momento.
Ahora estoy en CDMX. Llegué a un lugar donde me abrieron las puertas para poder seguir aprendiendo, y hasta ahora ahí es donde me encuentro: en medio de un cambio de vida en el que estoy buscando la manera de que mi arte llegue a más personas y viaje en sus pieles a donde quiera que vayan.
Sé que me falta mucho por aprender y que me tengo que esforzar más por toda la competencia que hay aquí, pero al menos estoy segura por primera vez en mi vida, de qué es lo que quiero hacer.
Síguela en Instagram