A pocos días. Las mujeres y las c(o/au)sas por El Barón Rampante

Estudiar la Maestría tiene su relevancia para mi formación como ciudadano, lo menciono así por las múltiples experiencias y circunstancias vividas, unas buenas y otras no tanto. En cierto semestre, decidí estudiar, por razones inverosímiles, que hasta la fecha me sigo cuestionando la naturaleza de dicha decisión, un seminario sobre feminismo y literatura, impartida por la doctora T. En su momento, desconocía su trayectoria, aunque mi contacto con ella ha sido de las experiencias más desagradables: una académica que consideraba que los hombres no debían estudiar el feminismo, pues por nuestra condición no entenderíamos la lucha y nuestras aportaciones serían una clase de paliativos, por no usar su argumento tan risible que deseo censurarme —la pertinencia de ser discretos, a pesar de dar pequeños indicios sobre la identidad de tal académica. Su argumento fue la razón por la cual decidí darme de baja del curso y reorientar mi proyecto de investigación, aunque sabía que éste ya tenía un camino bastante desarrollado. Su argumento falaz me hizo reflexionar en su momento sobre el papel de los varones que integran, estudian o apoyan el feminismo, así como la relevancia de la educación para reducir la violencia contra las mujeres; no obstante, no quise escribirlo, por razones poco importantes para ser descritas. No obstante, la marcha convocada por mujeres para denunciar la violencia en su contra me hizo volver mis pasos. Sí, volver y haber leído y escuchado lo que circuló en las redes sociales y los periódicos.


    Evidentemente, la violencia contra las mujeres ha sido una constante en los últimos años y su insistencia es perturbadora: las cifras aumentan, como si ésta se rehusara en desaparecer, o más bien como si hubiera un desprecio a las mujeres. Sí, aunque se lea atrevido: por mucho tiempo, he considerado, con mucho pesar, que existen reales sentimientos negativos contra las mujeres, que resurgieron posterior a la Marcha de la semana, debido a cómo terminó —muchos periódicos de circulación nacional e internacional se concentraron en describir su conclusión, vandalismo, destrozos y grafitis en muros e incluso monumentos históricos, pero no su fin. Si quisiera polarizar, podría dedicarle centenas de líneas en las cuales despotrico contra o defiendo a la protesta, pero mi finalidad es otra: su impacto virtual en las redes sociales, así como el despertar de diversos sentimientos. Sí hubo vandalismo y destrozo, pero eso me obliga a cuestionarme quiénes se cobijaron bajo el anonimato y la causa. Al menos en México y en los últimos años, las protestas y las organizaciones civiles han sido quebradas y desvirtuadas mediante la infiltración de elementos, quienes fueron pagados para realizar tales acciones y por organismos vinculados con el gobierno en turno, algún político o incluso partido político. En otras palabras, las protestas suelen ser quebradas o desvirtuadas por grupos de choques, que han sido pagados o vinculados con alguna figura u organismo político. Varias notas han mencionado que Los Claudios fue el grupo de choque que se infiltró en la marcha de mujeres.

 

En un primer momento, el vandalismo produjo que a las manifestantes se les redujeran a simples pandilleras, quienes se refugiaron en el anonimato. Muchas simpatizantes, bajo el influjo del momento, se manifestaron que harían cualquier cosa para detener la violencia, incluso maltratar joyas arquitectónicas. 
 

 

Muchas imágenes evidencian darle prioridad a los muros o las construcciones que al respeto a las vidas de mujeres asesinadas; y otras se mofan del aspecto físico de manifestantes. 


 
La realidad es tal que la violencia se traslada al mundo virtual, en donde su neutralidad le proporciona cierta protección a los usuarios para enunciar opiniones sobre cualquier fenómeno —aunque ya ha habido casos en los cuales la neutralidad se rompe y los usuarios han perdido incluso sus empleos por emitir comentarios, por ejemplo, misóginos. ¿Cómo se vivió el enojo? Sólo para ilustrar: muchas mujeres escribieron en sus respectivas redes que harían un filtro de contactos que expusieran sus opiniones negativas o burlas contra el movimiento o referentes a la violencia hacia las mujeres. Estos supuestos filtros me han perturbado: los comentarios vertidos se vuelven en contra de sus usuarios, aunque éstos quizás no reflejen realmente la identidad del emisor —consideremos una especulación: un sujeto A emite una opinión negativa o comparte un meme, a causa del calor de la marcha, por el hecho de parecerle divertido o gracioso, pero en realidad no refleja su real postura (sólo lo compartió y ya, no hay mayor explicación) y esto le genera que varios sujetos le eliminen de sus redes sociales, e incluso se corten conexiones sociales—, lo cual implica que realmente no se conozcan el impacto de las opiniones en las redes sociales, siendo ambas generadoras de oportunidades y problemas para el usuario. Por supuesto, también permite conocer las posturas de los usuarios: individuos capaces de destruir monumentos para defenderá quienes no tienen voz; bufones que solo aprovechan cualquier momento para hacer bromas, de buen o mal gusto; sujetos que evidencian su oposición, por decirlo de algún modo, al feminismo, que como en todo tiene aspectos (des)favorables; e individuos que se suben al momento, sin siquiera conocer la esencia del movimiento, solo para quedar bien.

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