Allí donde Dios puso sus ojos para vivir para siempre, allí donde la vida se manifiesta en fiesta y algarabía, ahí la tierra se desparrama arrugada en el horizonte, la gente se pinta de colores, los gigantes con esqueleto de carrizo bailan con sus trajes típicos por las calles… Y los dragones, los grifos y los monstruos se encarnan en copal.
Tierra de gente terca y expresiva que gusta de manifestar su voluntad de poder en vía pública. Aquí los artistas van por los andadores como Diógenes el cínico y los músicos tocan las canciones de los ángeles en marimba. Aquí se rememoran las fiestas dionisiacas con calendas y se le rinde tributo a Dionisio con la esencia del maguey.
En el centro se combina la elegancia francesa con el barroco dominico, lo colonial y el urbanismo. Hay un río de personas de todos los extremos que van y vienen dispuestos a ver y a probar su candor. Y es que no hay corazón que no tenga algo de la chispa que ilumina a esta tierra.
Lugar en la punta del guaje donde nunca eres tan extranjero como para no llamarle hogar. La casa del mundo que abre sus puertas a aquellos valientes que están dispuestos a visitarla.
Pintura de: Salatiel Cruz