Alhóndiga, multifacética anfitriona por Joan Carel

Dos semanas son las que tarda un equipo de diez técnicos para armar, sin la ayuda de ningún tipo de maquinaria, el más grande escenario del Festival Internacional Cervantino (FIC): la explanada de la Alhóndiga. Con cada día que transcurre mientras la estructura va tomando cuerpo, el espíritu cervantino comienza a instalarse sigilosamente en la ciudad.

Ese espacio tiene una personalidad especial no sólo por ser uno de los símbolos de la identidad nacional, sino por todos los pies que la han recorrido a lo largo de la historia del FIC, desde el inicio hasta el térino de cada edición. Como una madre que ve retornar a sus hijos luego de recorrer el mundo, la Alhóndiga acoge con la misma alegría también a los nietos y a todos los invitados que en su casa puedan caber.

Inmortal es ella, la señora luminosa del FIC, y también multifacética. Cada año cambia el vestido, cada noche el maquillaje y el peinado. Conservadora y revolucionaria, clásica y vanguardista, canónica y experimental, selectiva y popular, extranjera y local… Generalmente prefiere cosas tradicionales (escucha atenta música, observa con interés danza), pero también le gusta jugar. A veces se ajusta los lentes intelectuales, a veces se pone la bata de científico investigador.

El último viernes del FIC XLV, la Alhóndiga se transformó en un inmenso cine de arte al mismo tiempo que en un aula magna de teoría musical. La Orquesta Sinfónica Nacional volvió este año para presentar las piezas con las que Stanley Kubrick musicalizó películas como Ojos bien cerrados, La naranja mecánica y 2001: Odisea del espacio. El presentador, Juan Arturo Brennan, dio cátedra de las características y efectos estéticos logrados mediante la música en las escenas más representativas del cineasta: puñaladas a Stallin como a la consciencia de un esposo infiel; combinación contrastante de violencia despiadada y alegría ingenua; austeridad sonora para volver coloquial lo inimaginable; abstracción para tensionar la pérdida mental; repetición para conducir un sentimiento y establecer un concepto; evocación del viaje visual psicodélico a partir del sonido; actualización y proyección de posturas metafísicas traducidas de la oralidad a la escritura, de la escritura a la música y de ahí a la imagen. Rossini y Wagner, entre otros compositores que los alumnos destacados y políglotas no habrán olvidado, fueron los invitados para evidenciar el genio musical de Kubrick.

El sábado siguiente, una experiencia sobrenatural invadió la Alhóndiga con espejismos, sueños, evocaciones, viajes, persecuciones y misterios. Desde Francia, la Surnatural Orchestra –totalmente opuesta a la del día anterior– le mostró un guardarropa simultáneamente retro como moderno (faldas también para hombres, cabellos largos y sueltos, zapatos de colores, telas estampadas), el cual motivaba a los músicos a bailar, saltar y correr de un lugar a otro junto con sus instrumentos orquestales (flautas, trompetas, saxofones, trombones, tubas, pianos, timbales…). Bailaba la Alhóndiga y bailaban sus huéspedes de una manera poco común motivada por la música; el movimiento zigzagueante de la cabeza y los hombros se hizo consciente hasta la última nota de la canción que lo contagiaba, así como las sensaciones marcadas por el compás del instrumento que en determinado momento dirigía cómo ejecutar cada composición.

Falta solamente un día para despedir a todos los participantes del FIC XLV y será Eugenia León quien coloque un floreado y mexiquense traje de gala a su anfitriona de honor.

Fotografía: cortesía prensa FIC

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