Darle cuerda a un libro o resumirlo en un sueño
para llegar a la hora,
disertar sobre el sabor del té
que toman A y B en la mesa del Capítulo 2.
Y tal vez al tirar la ceniza en la fiesta
el torrente descriptivo también beba cerveza
entre acto y acto:
girar la manija del baño,
ir y venir hacia el espejo,
con el etcétera por fin en la cabeza.
Darle cuerda también a la bomba de chicle,
a la misma hora repitiéndose los siete días
o tal vez a la variación del chicle con la intriga,
el pasmo repentino de ubicarse en un hecho
conveniente y complejo.
Adentrarse al rincón del escenario
y seguir escena adentro más allá de la cortina
para cargar bloques en prosa y llevarlos de regreso.
Hay una pirámide vibrante junto al eje en que gira el paraíso:
en su cuadro las cajas son habitaciones
y las cosas se acomodan nuevamente a su sombra.
El cielo es un tapete azul que alguien enrolla
mientras desenrolla otro para tapar el recuadro por donde sale el sol:
me han hablado del círculo de fuego
en cuyo interior las piedras y ramas son cuervos de poetas.