Augusto tenía razón, las moscas son uno de los tres temas universales. Pero verás, lo cierto es que no tenemos elección, ellas están en todas partes: en la vida, en la muerte; en el aire y en el papel; están en nuestro pensamiento y en el cuento de mi compañera del colegio. Estamos tan llenos de ellas que las ideas se nos vuelven moscas.
Estuvieron ahí, contigo y conmigo, cuando éramos las únicas personas sobre la faz de la tierra, porque era nuestra tierra, creada con mentiras infantiles tardías, inocencia remendada y botellas plásticas aplastadas para poder ver el mundo exterior, pero entre la basura iban los cuerpos muertos de las moscas que en nuestro mundo volvieron a emprender el vuelo y bailaron para nosotras.
Dijiste que las moscas se encontraban ahí al principio del todo, del universo mismo; y tú debiste saberlo porque también estuviste ahí; decías y jurabas ser de la primera generación, el grupo pecador que condenó la existencia al bucle infinito de la reencarnación, ya que el ser supremo nos odia… o eso decías tú.
Sí, las moscas también estaban cuando comíamos ese pan barato hecho de sobras que yo debía pagar porque tú nunca llevabas más dinero que el de tu camión.
Todo el tiempo que permanecimos unidas las moscas estuvieron ahí con nosotras en ese lugar solitario donde nos recluimos un poco voluntariamente. Pero yo finalmente hui a un mundo más grande que fingía ser el real y ya no supe qué pasó contigo, las moscas no quisieron contarme más, ni bailaron frente a mí.
Eso fue hasta el 0 de abril cuando recibí la carta. Era tuya pero no iba dirigida a mí. Hablaba de tu vida, del nuevo mundo al que habías llegado y del que ahora eras reina, ¡oh señora de las moscas! Y supe qué, aunque encontrara tu mundo, ya no podría ver hacia dentro porque estaba vetada y las moscas ya no me hablaban.
Te convertiste entonces en una maldita aparición, deambulando por doquier, apareciste en la ventanilla de un camión, en una estúpida canción perdida y en la culpa que me invadía a diario.
Apareciste en el rostro de todas las personas a las que abandoné y en el de todas las que me abandonaron, los traías contigo y ahora ya no estabas sola, eras un ejército de recuerdos y culpa, un ejército de moscas y eran tantas que cada una tomó un segundo de mi vida, ni menos ni más y aun así alcanzaron para llenar la eternidad por completo.