Tan sólo escuchaba una canción, incluso llegué a olvidar que tenía los audífonos puestos, sentado en la orilla de la cama, con los dedos de las manos entrelazados y mi mirada fija en ellos, no sé cuánto tiempo pasó, pero de algo estoy seguro, cada segundo me hundía más…
Como esta, han sido muchas las ocasiones en las que algo tan simple, como puede ser una canción, logran quitar el suelo donde me encuentro y me hace caer, y, aunque a los ojos de los demás sigo sobre la superficie, en mi mente sólo se siente el vacío y como el viento recorre de los pies a la cabeza. Es algo que muchos ignoran, ¿y saben algo? Prefiero que así sea.
Me he dado cuenta que estamos tan ajenos a los demás, que tendemos a normalizar lo que ocurre, o simplemente preferimos evadirlo. Nuestra actitud es más fría que comprensiva, pero lean bien, dije comprensiva, no lastimera, pues creo que lo que menos necesitamos cuando estamos en ese hoyo del que es tan complicado salir, es lástima.
No pedimos ayuda, incluso, me atrevería a decir que en muchas ocasiones preferimos que nadie se entere de lo que ocurre, pues dentro de nuestra mente sólo existe una idea: por favor, que esto termine, de cualquier manera, pero que termine…
Es algo de lo que vivimos a diario, y si escribo en plural es porque sé que existimos muchos que de algún modo debemos aprender a “vivir” con esta condición, una condición real y no una mal llamada “moda” de muchos jóvenes que simplemente buscan lastimosamente captar la atención de los demás fingiendo lo que no saben, es algo que en realidad, no le deseo ni al peor de los seres humanos.
Pues no es un juego, es algo que si bien se controla, nunca te abandona, y viene acompañada de ansiedad, desesperación, silencio, obscuridad… miedo… algo que no se ve, pero se clava en la piel…
Somos varios, que buscamos sonreír, que buscamos vivir:
“Siempre creí que cada persona sentía y pensaba diferente, hasta que un día, cuando menos lo pensé, mis sentimientos encajaron con los de otras personas que pasaban por lo mismo.
Era absurdo como el estar rodeado de personas te provocaba un sentimiento de soledad. Reír duele, incluso más que llorar. Piensas que las palabras no duelen hasta que tienes que forzar todo tu cuerpo a emanar una respuesta que por supuesto, no siente: “estoy bien, no pasa nada”. Una respuesta que es un grito en silencio, una muda petición de ayuda, pues la falta de razón te hace pensar que siempre permanecerás ahí.
La compañía te ahoga y la soledad te tortura, es querer estar y no poder, jamás la palabra desaparecer había sido tan tentadora. Tanto que aprovechar estar dormido para tratar de no despertar, o por lo menos eso intentas, pues las ideas en tu cabeza te asfixian y te llevan a un insomnio que solo se vence con el cansancio físico que se ve esperanzado con una noche eterna.
La culpa te desgarra, pues ves a los demás preguntarse ¿qué está mal? ¿Cómo ayudarlo? Y a veces, no hay una respuesta. Es un sentimiento que se transforma en arenas movedizas, entre más tratas de salir más te atrapan y, es inevitable, el miedo de llegar al fondo pero sólo así se puede entender, pues fue, es y será la metáfora que más se acerca al sentimiento.”
Y a pesar de todo, sabemos que se puede tener un respiro, cuando alguien se detiene a escuchar, cuando alguien se preocupa más por entender que por juzgar, cuando no te piden detalles y simplemente ponen sus brazos a tu alrededor para sostenerte mientras te derrumbas, cuando entienden que a veces sólo necesitamos tiempo, espacio y desahogarnos, cuando entienden que esto no es un capricho, no es una estupidez, no es algo que “ya se nos pasará”, a veces, esas personas que lo entienden, son nuestro tanque de oxígeno, nuestra oportunidad de seguir.
No es necesario entender, de corazón lo digo, pues ni yo lo entiendo; no es necesario ser empático, no es necesario hacernos reír, no es necesario que “nos hagan entrar en razón”, a veces, sólo basta con estar.
A veces sientes que la depresión va a ser más grande, desafortunadamente muchos no lo logran, pero, al final, lo importante es aprender a ser más grande que ella…