Cartas para Arturo, primera… por Angel González Cabrera

"Todas las lunas contigo…"
 
 
Comencé a escribir estas líneas dos días antes de tu cumpleaños, el tiempo me sobrepasó, la incipiente relación apenas iba comenzando, y bueno, heme aquí a más de tres meses terminándolas.
 
Eres, desde mi sentir, la oportunidad de volver a construir un amor sin las torpezas que me hicieron caer antes, sin los apegos que generaron desencuentro, sin los miedos que marcaron con inseguridades, un amor que buscaré pleno.
 
Todo momento es perfecto, el tuyo conmigo lo es aún más, llegamos a nuestras vidas en el tiempo en el que hemos amado, deseado, errado, repuesto, aprendido y superado lo suficiente.
 
Tardaste apenas un mes desde que te conocí en robarme los pensamientos, fue, si mal no recuerdo, un 23 de abril que nos citamos por vez primera, un ligue ocasional en ese entonces, trascendió. Mayo y junio transcurrieron con paciencia esperando captar tu interés, según supe por voz de Israel, de tu parte también existía el sentimiento, la confesión fue con lágrimas en tus ojos me dijo; me puse contentísimo con el dato cómplice que me hicieron saber, pero pude disimularlo para que el tiempo me diera la oportunidad.
 
Julio transcurrió con prisas, grandes e inesperadas noticias para mí y citas más frecuentes entre nosotros, eran ya no solo para pasar un momento de placer. De mi parte, tenía la intención de conocer al hombre, ya no solo al bello cuerpo; de tu parte, no tenía claridad, el tiempo y el presente ahora me dicen lo mismo.
 
Recuerdo con emoción el catorce de julio por la madrugada, a unas horas de volar hacia África recibí un “WhatsApp” tuyo diciendo: – abre, estoy afuera y quiero verte -; lo había logrado, tenía tu interés y tu necesidad de dar un adiós de partida, fue el primer beso con sabor a amor que sentí entre nosotros.
 
Tu espontaneidad rompió mis planes, quería pedirte ser tu compañero el día de tu cumpleaños, faltaba más de un mes, la noche del sábado trece de agosto bailando te besé y dije – usted me encanta –, más tarde hicimos el amor y me quedé a dormir en tu apartamento. Amanecía el catorce de agosto, me despertó la sensación de ser observado, sí, me mirabas; apenas abría los ojos y tu decías: – me hace feliz que estés aquí – , ya no me aguanté y solté, – ya dilo, atrévete y no me dejes con la duda –,  lo siguiente fue tu declaración sin poses, sin escenarios construidos, sin pretensiones, sin más que la necesidad de decir  – ¿quieres ser mi novio? -,… -quiero ser lo mejor de tu vida-,  no habrá catorce de agosto igual para ti, lo juro.
 
Al menos en tres ocasiones me has confesado que tenías miedo de mi libertad, yo creo que era miedo un poco al reflejo más bien de tu libertad, por primera vez estuviste enamorado de alguien que tenía la misma concepción de fidelidad que tú, de compromiso que tú, de conciencia, de placer, de autonomía, de independencia y de solidaridad, todo lo que sin duda ahora nos tenemos; gracias por tener el coraje y darnos la oportunidad de volver aprender a ser felices, te amo en esta libertad compartida.
 
Mi lealtad por ti se afianza libre de miedos que me oculten, que nos oculten; se fortalece sin secretos, porque la verdad sostiene y compromete. Te quiero como mi amor cómplice, de esos que están presenten en lo íntimo y privado, en lo público y conocido, que son certeza compartida. Te amo como un nuevo amor de la vida.
 
Mi pasión por ti es la del hombre por el que ha pasado un corazón roto, una partida, un gran amor, un gran amante, el calor de muchos anónimos que desearon, tuvieron y olvidaron, pero, sobre todo, el anhelo, el anhelo se hacer mejor a alguien.
 
El amor, mi Amor,  voy aprendiendo a tenértelo cada día; con cada noche de cena juntos, con el par de pesadillas en que te he abrazado durmiendo, las tres ocasiones con lágrimas que después fueron un abrazo, la confesión que hiciste con los nervios entre los dientes, tus labios en mi nariz durmiendo para despertar riendo de ello, la devoción y fe que llevas en ti, la conciliación entre tu ser, tu cuerpo y tu espíritu, la forma en que me deseas y tomas cada que hay oportunidad, tus ojos observándome por la espalda, tu inteligencia desafiante, los debates y reflexiones que tenemos; tu olor y sabor, tu forma de motivar y compañía; tú constancia, transparencia, desenfado; tu cuerpo, te mente, tu espíritu, tú.
 
Tu tacto es el de todos los hombres que me han amado, tus emociones son las de todos los hombres que me han amado, tú eres único, me eres único ahora.
 
Desde entonces te voy amando más “querido bobo”,
 
todo lo que eres va creciendo,
 
mis palabras están muy por debajo de lo que te pienso y de lo que te siento,
 
están por debajo de lo que me vas significando.
 

 

Todas las lunas contigo… serán la última posibilidad de ser hombre por una noche, de ser cuerpo, de ser humano, de ser amante, de ser tuyo. Te lo prometo.
 
Para Arturo S.P.
A.G. Cabrera
31/12/2016
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