Aquel cielo de octubre que pintó el horizonte
con rojos que me avivaron el alma,
y con azules que me hacían revivir un sueño.
Donde mis ojos se ahogaron
en el profundo mar del crepúsculo,
sintiendo la libertad con cada destello
que reflejaban mis pupilas.
Infinidad de tonalidades
que me acogieron con calidez y nostalgia;
a sabiendas de que aquel horizonte
sería inalcanzable ante los deseos
de mi amoroso palpitar.
Multitud de sombras a mi alrededor,
que desapareciendo me volvieron una
con aquel cielo de octubre,
al que le tuve que decir adiós
y guardar en el olvido,
llevando conmigo sus matices
para el eterno recuerdo.