El jueves, Don Luis tomó el 124 para sacarse el mal sabor de boca que era asistir al médico.
A las 8 de la mañana recorría pasillos silenciosos y esperaba algunas filas largas pero no tan lentas para algún medicamento (algunas veces una hija o una nieta los recogían), veía tanta gente quejándose de dolores en las rodilla, el solazo que hacía, los camiones, los hijos, el esposo, la enfermedad, el doctor, la amiga, el vecino y los perros que no dejan dormir… La muerte que nos sigue y la poca esperanza de seguir viviendo en estas épocas de cambios y nuevos gobiernos.
Al llegar su turno pasó al lado de la recepcionista y caminando hacia el consultorio eligió la silla de la derecha para quedar frente a frente de la doctora quien lo saludaba y le hacía las mismas preguntas de rutina. Siempre preocupada por su peso le recomendó no comer muchos carbohidratos y seguir bebiendo agua.
Después de sentir que lo regañaron se paró frente a la sombra de un árbol y decidió tomar el transmetro debido a que la ruta 129 dejó de existir en abril.
Ya sentado dentro del camión se sintió más expuesto y más apretujado. Eran las 10 de la mañana, los usuarios no eran tantos como para asfixiarte; con un sol menos enojado se aventó un camino de 25 minutos hasta su casa.
Abrió la puerta, encendió los focos que iluminan el retrato de su esposa y una vela a la que nunca se le acaba la mecha y siempre le da calor (sólo si todavía hay batería).
Decidió ir al baño y después de ello escogió varias revistas de vaqueros y se dirigió a una parada del 124.
20 minutos tardó en pasar y unos 45 minutos en llegar a su destino: "El mercado Juárez", donde nos venden suerte, hierbas, revistas, libros y billetes de lotería… Llegó directo a comprar sus boletos de la lotería nacional, y con mucha esperanza escogió varios cachitos y hasta boletos del TEC… ¿Por qué no?
Después del "buena suerte" del vendedor se fue a la revistería a cambiar sus lecturas.
· ¿Y la muchacha?
· Trabajando, hoy es jueves y es temprano.
· Ándele.
Al salir compró unos cerillos y recarga de baterías. Por si acaso… Al escuchar los ecos de la voz de la señora que vende chicles agudizó su oído para tratar de encontrarla, dejó que esa voz lo guiara. Y así fue… Le dio algunas monedas y se fue más bendecido que otras veces.
Su siguiente destino era caminar hacia Ruperto Martínez a esperar el mismo camión.
Pensó en comprar unos chicharrones y comer tacos en "La Mexicana" pero el regaño de la doctora seguía fresco y pasó de largo saboreándose el morcón.
Finalmente llegó a casa nuevamente, se sentó, encendió la televisión y pensó que debió ir a comer tacos… Pensó en la próxima semana… Quizá podría volver… Total… Para eso sirve el malestar.