Cobardía por Manuel Barrientos López

Nunca quise morir traicionado, menos por él.

cegado por la fe divina le confié mis espaldas, y me falló;

llegó el momento de sufrir falsas hambres,

        dolores inexistentes y frío,

sueño eterno y soledad;

llegó el momento de añorar la vida, el sol y el mar,

                las nubes.

ya no me importa estar bajo tierra

ni ser la delicia de animales carroñeros;

sólo les pido un favor a las larvas:

que mis ojos permanezcan intactos

en los cráteres que figuran mis cuencas,

para apreciar claramente

(y con lujo de detalle)

estos veintitrés metros de tripas

                               y las toneladas de odio.

nunca deseo la muerte

ni la traición a nadie.

pero hoy que sufro de la peor felonía:

¡te deseo la muerte a ti, pues te confié mis espaldas!

                               y ojalá tuviera más agallas…

para también traicionarte.

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