Hoy me pasó algo curioso. Estaba en medio de la calle Madero en el corazón del Distrito Federal, el hecho de que sea fin de semana la hace más transitable, más caótica pero también más hermosa y más llena de vida; con esa dualidad entre lo viejo y lo nuevo que siempre me ha fascinado, esos tantos artistas anónimos que la hacen ser. De verdad que no es lo mismo sin los músicos, las botargas, los letreros de abrazos gratis, las actuaciones, el bullicio.
Pienso que fue el calor del medio día, mis labios resecos eran visiblemente notorios, si te contara ¡la sed que tenía!, seguro recuerdas que no puedo estar mucho tiempo sin líquido, soy como un pez. Pero no quería comprar nada ahí cuando podía conseguir una botella de agua por un precio mucho menor hacia los alrededores del Zócalo, todo en la zona es más caro debido a las tiendas y a la fluencia de extranjeros.
El punto es que estaba mirando la puesta de un grupo de actores cuando te vi pasar, te miré de espaldas, ibas justo hacia el Zócalo; formal como siempre, distraída, con tu andar lento y la mirada en el asfalto como si contaras los pasos, eras tú, no tenía duda.
Me alegré muchísimo y corrí para no perderte de vista, con tanta gente era muy difícil pasar, por un momento pensé que te perdía pero afortunadamente no lo hice, te llamé de la manera más eufórica pero…
no eras tú, aquella chica en realidad no eras tú. Mi sonrisa se desvaneció al instante, sumado a que me sentí como un verdadero tonto; fue gracioso, bueno al menos ahora lo es, en el momento no lo fue tanto.
Le pedí disculpas, primero me miró extrañada y luego como si estuviera loco pero no dijo nada y se fue, lo cual me hizo sentir aún más tonto. Estaba tan seguro de que eras tú.
Ya te harás la idea de las ganas que tengo de volver a verte que hasta creo encontrarte en donde ni siquiera estás. Bueno, eso y digamos que también tuvo que ver mi deshidratación.
¿Te parece raro que te diga todo esto? Seguramente, pero es que todo me ha hecho una persona más vulnerable; lloro, a veces lloro, pensaba que sólo podía hacerlo por los demás pero resulta que también lo hago por mí, por mí mismo y mis deseos que no concuerdan en ningún punto con la realidad.
¿Eso significa que de algún modo me compadezco o que me tengo lástima? Pienso que ambas, más lo segundo que lo primero.
¡Vaya!, ahora formulo y contesto mis propias preguntas, no lo había notado. También ayer me di cuenta de que paso más tiempo oliendo mi libro nuevo que leyéndolo. Caí en la cuenta mientras lo tenía sobre mi cara, con la nariz pegada a él. Me reí mucho, tú también lo hubieras hecho si me hubieras visto.