Está flojo el día. Desde las nueve de la mañana he querido montar mi bici y nomás no puedo. Tengo la mitad de ganas y la mitad de ganas no. Le echo la culpa al sol, a que va a llover, a que me voy a cansar de más y que ya no podré. Me calmo un rato y las ganas regresan. Y otra vez no monto la bicicleta.
Antes de salir de mi casa rumbo a la escuela, no me puse brassier y estoy tranquila. La camisa que traigo no se nota, está calientita y me gusta.
Llegué a la escuela con ganas de otra cosa, de café, de un helado, de una malteada, de un abrazo de hombre, nada conseguí. Me senté a ver las nubes y sentir el viento, está cordial, como siempre. Quisiera que estuviera, pero sólo ocurre en estos tiempos, es que ya casi no llueve.