1.- ¿Cómo llegaste a ser poeta?
Es una historia que ya he compartido. Yo crecí siendo un niño lector; mi padre estimuló en mí el gusto por los libros. Sin embargo, no fui uno de esos muy extraños (cada vez mucho más) niños lectores de poesía; leía más bien cuentos fantásticos, divulgación científica y mucha subliteratura ufológica y parapsicológica. Ya entrada la pubertad, mi gusto literario se decantó y fui devorador de las grandes narraciones de los siglos pasados, y particularmente de novelas góticas. La poesía la conocía poco, sobre todo por los libros escolares de texto; y no me decía mucho. La pubertad inició también en mí un agudo periodo de cuestionamientos, crisis y conflictos con mi propia existencia. Alrededor de mis quince, escribía versos y rimas en los márgenes de mi cuaderno, de manera espontánea e intuitiva. Organizar esas líneas y escribir nuevos fragmentos o pequeños textos ya completos se convirtió pronto en mi pasatiempo dilecto.
Del nacimiento de esta pulsión siguió el interés por la lectura de poesía; quería saber qué era, pues, la poesía, qué habían hecho otros, de manera magistral, con esa disposición que se formaba en mi cada vez de manera más definida: Octavio Paz y Rosario Castellanos fueron dos autores cuya obra poética completa encontré en la biblioteca de mi bachillerato y que leí de cabo a rabo, al cabo de un tiempo varias veces. Una lectura poética sugiere otras ad infinitud, y así pronto había encontrado un árbol enorme de poesía cuyas ramas de extendían hacia todas direcciones. Prefiriendo siempre la poesía emocional, en la que mi ánimo se reflejaba, mis lecturas se diversificaron a la vez que mi escritura se fue puliendo y tecnificando gracias a la atenta observación de esos primeros maestros muertos, y desde luego, a la apropiación de algunas de su imágenes y retórica.
Desde luego, la forma escritural es una cosa. Pero el otro aspecto del mismo fenómeno, y quizá el más importante en mi caso, ha sido la experiencia. Como te empezaba a comentar ya, mi adolescencia fue un trance difícil –no repetiré acerca de esto lo que ya ha referido en otras ocasiones–, que se complicaba al entrar a la adultez. Sufrí mucho, psíquicamente; y de pronto estaba envuelto en un mundo de dolor al que rendía culto. Por eso mis primeros trabajos se definen por su tratado del sufrimiento; y su patetismo.
De cualquier manera, eventualmente, haber aprendido recursos expresivos, a través de la lectura y el estudio, para representar y construir (¿inventar?) mi mundo poético de entonces, me ha permitido después explorar otros temas: temas a veces tan opuestos a mis intereses literarios iniciales.
2.- ¿Cómo llegaste a ser un poeta reconocido?
Acerca del “reconocimiento” he tenido que consultar primeramente un diccionario. Si aceptamos con él que reconocer es “ver que una cosa es cierta”, “admitir la legalidad de algo”, así como “examen detallado, registro e inspección”, y algo reconocido se define de igual manera como algo “examinado” y “admitido”, debo desenvolver por partes el campo de significados, para hilvanar mis ideas.
Efectivamente existo, escribo algo con una forma tal que la tradición conceptual define como poesía. Cumplí recientemente una década escribiendo y publicando lo que escribo: exhibiéndome. Mi obra se encuentra dispersa en algunos títulos y centenares de revistas, suplementos, diarios, gacetas y otras formas de publicación impresa y electrónica, aquí y allá. También está en mis variados archivos inéditos. De ese registro, algunos (lectores, periodistas, comentaristas, críticos) han hecho la inspección o el examen parcial –aún no el examen detallado de la generalidad. Por esa obra he recibido algunas acreditaciones y distinciones oficiales. Puedo por tanto decir que otros testifican que existo como poeta; y por lo tanto me reconocen, me admiten como tal.
Cómo ha sucedido esto, en la pequeña escala que esto pueda significar, ha sido ciertamente debido al capricho, a las ganas de ser notado por ello, en lo que tienen su parte también la constancia y el trabajo. Estando aún en la preparatoria preparé con un amigo, en la imprenta de su papá, mi primer librito de poemas. Desde entonces estoy ocupado en seguir mostrando lo que hago. Aunque actualmente ya no es mi obsesión y otras cosas: leo, estudio, me entrego al ocio y los placeres. Ciertamente hay periodos últimamente en los que me repliego y rehúso participar mucho de lo público; pero escribir en mí es una necesidad como lo es para el bailarín la de bailar; y creo que mi escritura no tendría sentido si no es conocida por alguien más que no soy yo. Eso es lo único que me ha dado hasta ahora identidad. Que ha hecho de mí la persona con la que ahora me defino.
3.- ¿Has tenido problemas por escribir y no dedicarte a algo más común?
No sé. Supongo que los problemas que aquejan a todos, a todas las profesiones y a todos los vivientes. No sé qué tan común sea escribir ahora; he notado que las últimas generaciones, las que siguieron a la mía, escriben más. Cuando yo empecé a escribir, eso en mi medio significaba reclusión, soledad. La globalización mediática ha abierto otras posibilidades, posibilidades que yo advertí ya en esos años y de la cuales me valí. (Retomando la pregunta anterior, me parece que el Internet fue muy importante en la divulgación de mi trabajo.)
Mis problemas mayores pudieron haber sido el algún momento las personas que se molestaban, por sí mismas, porque tú hayas escogido el escribir como forma de vida, y no te hayas integrado a los mecanismos de enajenación y reducción de la personalidad supuestos por un sistema capitalista-consumista como en el que vivimos, y al que ellos tanto aluden en su práctica; personas que hacían insinuaciones negativas acerca de lo que yo había escogido como profesión. Pero eso no tiene importancia ya.
Fuera de eso, no he tenido limitantes. Me he procurado, con los años, un mundo autosuficiente que yo mismo pueblo y recreo: miles de libros, fantasías diversas, y empleos que me bastan para vivir tranquilo y poder dedicarme a lo que me place y tener el suficiente tiempo de ocio necesario para crear. Nunca he sido rico, y nunca he ambicionado serlo (más bien mis ambiciones son metafísicas); por lo que las cuestiones monetarias (mías, del resto del mundo) me importan muy poco. Por otra parte, he tenido la suerte o la maña de integrarme a medios que me facilitan hacer lo que hago.
4.- ¿Qué trabas tienes como escritor?
Las trabas que todo escritor o poeta tiene: las relacionadas con el lenguaje. Antes que desear tener beneficios o retribuciones por mi poesía, prefiero satisfacer mi propia necesidad, mi propia necedad, mi propia manía de reescribirme, de inventar nuevos espejos en los que mirar mi vida.
Lo normal: a veces el querer encontrar una forma adecuada a una expresión que el ímpetu te sugiere, un concepto de trabajo que te produzca, si no algún desafío personal, al menos un interés auténtico, y no poder encontrarlos en el momento. Pero si te olvidas de ello y dejas de buscarlos, es posible que vengan solos…