De ternura radical y corazones incendiarios Por Diana Cortes

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Las circunstancias políticas a veces nos dejan con el corazón roto. Cuando uno adopta una postura política de manera consciente y comprometida, especialmente una que lucha a contracorriente con el gobierno y con cualquier tipo sistema, se toma también conciencia de que, a veces, sostener y defender nuestros ideales resulta en corazones intranquilos, lágrimas y angustias.

He leído muchas veces que las feministas somos mujeres rabiosas y enojadas. Y en parte es verdad. Estamos enojadas y rabiosas, pero accionamos desde un lugar que no tiene nada que ver con la rabia y el enojo patriarcales que lleva a destruir, declarar guerras y a matar; sino desde la ternura radical.

La ternura radical es un concepto que nos ayuda a explicar el accionar feminista desde la empatía llevada a sus ultimas consecuencias. Es la rabia que nace del amor y del cuidado a las otras, a todas. Cuando las feministas nos enteramos de alguna injusticia, el grito de reclamo y la rabia que nos orilla a tomar las calles, nace al darnos cuenta de que la víctima podría ser alguna de las mujeres de nuestra vida o incluso nosotras mismas.

El fin de semana pasado, la policía de León, Guanajuato, abuso y desapareció a 23 mujeres que se manifestaban porque ésta misma abusó de una mujer. Quiero que se lea redundante y absurdo, porque lo es.

La víctima podría haber sido yo, Diana. Podrías haber sido tú, que me lees. Podríamos haber sido todas. Fue la ternura radical lo que llevó a mis compañeras feministas a tomar acción, a salir a la calle, a gritar su nombre y pintarlo con aerosol en la calle. En este país la policía no nos cuida, nos viola.

Por ahí de la las 6 de la tarde llegó a mi celular un mensaje que decía algo como “la patrulla se acaba de llevar a 3 chicas, favor de dar difusión”. Desde ese momento la tranquilidad abandonó mi cuerpo y en cuestión de minutos todas las redes de mujeres se activaron, había mujeres siguiendo la patrulla, mujeres creando listas, mujeres poniendo el cuerpo, mujeres cuidando mujeres.

Nunca voy a olvidar la terrible angustia y profundo dolor que sentí al reconocer en los nombres de las listas a mis amigas. Las sentí deshumanizadas, pasaron de ser las chicas alegres y bondadosas con las que he compartido risas y copas, a ser la posibilidad de una tragedia.

Muchas pasamos una terrible noche, actualizando sin parar los mensajes, las listas, las noticias. Muchas otras afuera de una oficina esperando a sus hermanas, a sus hijas, a sus amigas. Ninguna de las chicas detenidas estuvo sola esa noche, afuera había miles esperándolas, miles que no íbamos a dormir hasta que todas estuvieran en sus casas. Lo que pasó esa noche fue una tremenda injusticia. Fue injusto que mis hermanas quienes solo reclamaban justicia recibieran golpes, humillaciones, abusos sexuales y toda la violencia física y simbólica de un Estado fallido y represor. Ellas debían de haber llegado a sus casas a dormir en sus camas, pero la ternura radical hizo que pasaran un mal rato en una patrulla.

He visto un video donde están todas las manifestantes sentadas en el suelo cantando “canción sin miedo” de Vivir Quintana y, sin duda, esa es la imagen con la que me quiero quedar, no con la de las manos maltratadas de una adolescente que fue golpeada. Esa noche y al día siguiente lloré muchas veces, tenía el corazón intranquilo y roto por culpa del estado que fue tan injusto con mis hermanas. Hoy me llenan de rabia las ridículas respuestas de las autoridades, criminalizando a quienes piden justicia y vanagloriando a los que actúan mal. Me llenan de rabia, pero elijo centrarme en las mujeres, son ellas las que me salvan.

Todo lo que pasó esa noche nació desde un profundo amor. Las chicas que se movilizaron para que todas salieran libres, que las acompañaron al hospital y al día siguiente a declarar son mis heroínas, las chicas que pusieron el cuerpo para que a las otras las dejaran de golpear merecen una estatua, las que monitorean a sus amigas desde casa saben lo que es amar. Esa noche el Estado me rompió el corazón y la ternura radical entre mujeres me salvo. Canten sin miedo, hermanas, que aquí nos cuidamos entre todas.

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