Las noches oscuras no son las que me recuerdan a ti, tampoco la soledad del Lunes maldito que indica que otra semana pasa con las entrañas confundidas.
Estás en mis Domingos por la tarde y en mis miércoles de asuntos laborales, donde los pendientes se me juntan y no hay quién distraiga mi mente enojada.
Te siento los sábados en la mañana, cuando la prisa era mi amiga y las ansias mi enemiga, porque me urgía respirarte, tocarte y permanecer en tu regazo hasta el alba.
Hace tres jueves que me inquietan los porqués y las soluciones posibles me gritan la salida de mi insomnio, y lo fácil que es tomar el móvil para escupir lo que me atormenta deja de ser opción.
-Deja de quererme… Me lo dijiste antes de escucharlo; con tus malos chistes, con tu humor escaso, con tus getas en flechas marcadas, con tus historias de amores pasadas, con tu ausencia en mis funerales y tu apatía en mis adversidades.
-Deja de quererme…Me lo dices con tu indiferencia, con tu mirada cortante, con tu risa despreocupada, con tu disparate de orgullo abnegado, con tus canciones absurdas, con tus historias hirientes, con los mensajes de texto que ya no llegan y las llamadas que sé perfectamente que no entrarán.
-Deja de quererme…Me repites, aunque ya no estás.
Deja, Gabo, de quererme, deja de esperar y de ilusionar a tu mente perdida que no se centra en el presente por pensar en lo que no fue y no será.
-Deja de quererme, que yo lo hago.
-Deja de quererme, que yo ya te dejé de querer.