Es díficil comer enlatados y no relacionarlo con la madurez. por Lluvia Hernández

Cuando abro el refigerador me hago a la idea de que estoy creciendo. Porque al abrirlo se me vienen encima todas la obligaciones de las que nunca me puse a pensar cuando no tenía porqué planear durante el antes de ir a dormir la comida del mañana. O cerrar los ojos y ver la ropa sucia en el cesto.

                       

                        Es comprar lo huevos,la leche, la sopa y el atún. E inventar algo decente con ello. Podría costear la comida callejera y cuando pienso hoy es día de tacos, gorditas,hamburguesas y demás cosas placenteras que sólo se consiguen en la esquina más lejana de casa mi calculadora mental me pide a gritos que piense en la salud de mi bolsillo que tose a un alto volumen para avisarme que aún faltan por comprar muchas cosas importantes. Si estoy insatisfecha con las mil y una posibilidades del huevo camaleónico me consuelo diciendo: "Soy estudiante viviendo lejos de casa. Es normal. Se trata de algo provisional". Pero ¿quién me asegura que es transitorio?. Dentro de cinco años (así lo espero) ya no seré una estudiante, ¿podré seguir hablando de una inestabilidad temporal? ¿podré encarar a la independencia y remplazar las bienaventuradas improvisaciones con la valentía que trae consigo la experiencia de soplar un bosque de velitas prendidas sobre chantilly?. ¿Y si por el contrario esto me hiciera más inúltimente dependiente de las manos de mi mamá? ¿Y todo fuera tan triste e inútil que de Bob pasara a llamarme Roberto como en aquel cuento de Onneti?

                        Me gusta la idea de estudiar en otra ciudad. Me encanta andar subiendo y bajando para conocer el recóndito Guanajuato que ya casi me es familiar, la libertad en el paisaje. Ayer miércoles fui a ver la última función de Ninfomanía vol. I, la película de Lars Von Trier. Me la pasé fenomenal; caminando sobre los charcos desmesurados,consecuencia de una lluvia potente que duró más allá de la noche y lo que puedo recordar, y tras de mí el escenario de la vida nocturna que apenas se vestía con letreros de colores chillantes y rociaba perfume sabor cerveza sobre su cuello hipotético para       llamar a vampiros y noctámbulos profesionales. Sin embargo, llegué a casa agotada y de inmediato me puse debajo de la sábanas con el miedo a que me ocurriera la pesadilla de no despertar, y así fue. Me levanté tarde y extrañadísima por no haber escuchado las tres alarmas programadas para las 7:50, tomé mi celular para checar la hora y me vino una cruda moral por haber preferido quedarme en los brazos cinematográficos de mi onírico Jeróme que atender el llamado de mi sexto sentido que me ordenaba atender los asuntos académicos. No asistí a una clase que me interesa enormente, en cambio, tuve que asistir a la clase que odio y por la que mucho tiempo medité para darme el merecido permiso de faltar. Entonces me cayó la noticia de que ahora también soy la única responsable de mi persona, de que ahora soy el freno de todas las travesuras,excesos y crímenes perfectos que pudiera intentar cometer. ¿Seré yo apta para mí? Yo que dejo todo para el último. Yo que falto a Linguística por capricho. Yo que aún tengo la inocencia suficiente para seguir confiando en los camiones y su impuntualidad de terror. Al final de todas las cuentas sólo vine para estudiar y se supone debería ser mi única prioridad, pero hay tanta ciudad en estos lugares y cosas bonitas que no se les puede dar la espalda.

 

                        No es sencillo llegar al preámbulo de la "verdadera vida adulta". Pero dicen los que cuentan que lo mejor está por llegar. Y ojalá venga metido en un topperware de mamá listo para calentarse. Es gracioso como se abren puertas en la vida, pero estas puertas conducen a cámaras vacías, como la puerta de mi refrigerador y el interior de mi refrigerador, por ejemplo.

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