Divagaciones navideñas Estef Ibarra

Dentro de este diciembre casi consumido por completo, los acentos rojos y verdes que anuncian la llegada de las fiestas navideñas se encuentran presentes en muchas casas. La navidad no sólo la celebran las posadas y reuniones, las cuales este año tendrán un giro distinto al acostumbrado (la distancia prometida); también forman parte importante de la tradición escrita, por lo que mis columnas de los dos meses que tenemos por delante estarán dedicadas a divagar acerca de estos acontecimientos y su desarrollo en el mundo editorial.

Para abrir este ciclo de columnas de pino y esferas, primero debo asentar las bases de la tradición novelística invernal. Con una mirada profunda y un clavado que traspasa la barra de lo superficial, las novelas navideñas de toda la vida tienen componentes que las hacen distintas del resto de las publicaciones de esta época nativa; cuentan con las tan buscadas lecciones de vida, dirigidas hacia la construcción de una sociedad que se responsabilice de sus acciones durante todo el año y se transforme, en un lapso de pocas semanas en una sociedad ideal, conmovida por las sensaciones de unión y perdón que danzan en el aire.

Uno de los clásicos coronados, no sólo por los medios escritos, sino por las adaptaciones que el séptimo arte ha realizado es esta, es Cuento de Navidad de Charles Dickens, publicada en 1843, pero vigente hasta en películas infantiles. Tal vez puedas reconocerla por el nombre de “Scrooge”, el avaricioso y frío protagonista que, en consecuencia de unas no deseadas, pero necesitadas fantasmagóricas visitas, se ve profundamente transformado en un ser lleno de compasión y amabilidad, listo para celebrar la navidad y ayudar a otros a celebrarla. Sin duda el de Scrooge debió ser un cambio radical para estar listo para víspera de noche buena, demostrando así que, no sólo las fiestas decembrinas son las fechas más acertadas para la lluvia de los llamados “milagros navideños”, sino que es un ejemplo vasto para hablar precisamente de estas lecciones de vida que pretenden generar conciencia dentro de sus lectores, al tratar de sembrar la semillita de la compasión y el amor en cada persona que se acerca a sus páginas en busca de refugio y una dosis de las imposibilidades hechas realidad.

Otro título que se ha perdido entre series y películas, pero que mantiene su origen en la literatura es El misterio de la navidad, escrita por Jostein Gaarder, ilustrada por Jesús Gabán en su edición en español y publicada en 2005. Esta obra es la historia de los famosos “calendario de navidad”, unos objetos que buscan crear aventuras y propiciar el momento adecuado para lo “milagros navideños”, al adentrarte en cada uno de sus días y descubrir los misterios que ocultan. Este calendario está, por supuesto, diseñado para guardar un secreto, en cada uno de los días de diciembre, los cuales, al abrirse en su día destinado, revelarán una pieza del tesoro final, el cual estará esperando en la fecha de navidad. Estos calendarios (y lo menciono en plural, ya que no puedo simplemente obviar las distintas adaptaciones que se han realizado de este tema) trazan una historia a descubrir y dibujan una ruta específica a seguir que, en su conjunto, predisponen al lector, por medio de sus protagonistas, para preparar sus vidas y sus corazones a la llegada de la navidad, la cual es el verdadero tesoro de estas fechas.

Otros libros como El expreso polar (1985) de Chris Van Alsburg (que, ciertamente, también cuenta con su adaptación a la pantalla grande) o el pequeño Cuento de navidad de Auggie Wren que Paul Aster escribió para el Times hace algunos años, son otras referencias obligadas para las lecturas decembrinas que rememoran la tradición de la víspera. Estas novelas, llamadas cuentos para dirigirse a un público infantil, pero con la clara intención de ser devoradas por un público mayor, se proponen fabricar un cuento de hadas para los adultos que han dejado de leer fábulas y cuentos infantiles, pero que, por el deseo que inspira la añoranza de fin de año, se atreven a leer una vez más, un mundo donde los deseos más sensibles son reales y las posibilidades de cambio están a la vuelta de la página.

Si eres una persona a la que le gustan las lecturas navideñas de toda la vida, no puedes dejar pasar la oportunidad de adentrarte en estas lecturas; pero si eres nebuloso y amas un buen misterio, en mi siguiente columna divagaremos sobre la navidad en los ojos de la madre de la novela negra, Agatha Christie y algunos otros ladrones navideños.

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